martes, 8 de diciembre de 2009

“Rebeca” (Alfred Hitchcock, 1940)


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Título original: Rebecca
Duración: 130 min.
País. Estados Unidos
Guión adaptado: Robert E. Sherwood & Joan Harrison (Novela: Daphne du Maurier)
Música: Franz Waxman
Fotografía: George Barnes (B&W)
Género: Drama, Romance, Thriller, Intriga
Reparto: Laurence Olivier, Joan Fontaine, George Sanders, Judith Anderson, Nigel Bruce, Reginald Denny, C. Aubrey Smith, Gladys Cooper, Florence Bates, Melville Cooper, Leo G. Carroll, Leonard Carey, Lumsden Hare, Edward Fielding, Forrester Harvey, Philip Winter
Distribuidora: Buena Vista International
Productora: Selznick International Pictures
Efectos especiales: Jack Cosgrove
Montaje: W. Donn Hayes
Sonido: Jack Noyes

"Rebeca" es sin duda una de las grandes películas de Hitchcock, eso es un hecho objetivo, como también es una realidad que fue la única de sus películas que ganó el óscar al mejor título del año (y además el de mejor fotografía) y sin embargo en mi particular opinión queda por debajo de otros títulos como “Los pájaros”, “Psicosis”, “La ventana indiscreta”, “Con la muerte en los talones” o, por supuesto, “Vértigo”, aunque claro, hablamos de sus obras maestras.

El caso es que “Rebeca” sobretodo posee una extraordinaria atmósfera de ensoñación que la envuelve desde el inicio, que acompaña el relato en flashback que hace el personaje de Joan Fontaine mientras recuerda la mansión de Manderley y resulta una peculiar mezcla de géneros a medio camino entre el melodrama romántico y el suspense policiaco. Es posible que al no definirse por completo dentro de un género y al no ser una película Hitchcok al cien por cien (ahora lo explico) a mí personalmente me parezca un puntín peor que sus mejores títulos, pero en cualquier caso entiéndase que la estoy juzgando duramente (injustamente también) por comparación con varias obras maestras y que no deja de ser una gran película.

Haciendo un poco de historia hay que decir que en marzo de 1939 Alfred Hitchcock (con más de veinte películas a sus espaldas y ya famoso en Gran Bretaña) y su familia se desplazaron a Los Ángeles tras la firma de un contrato con el todopoderoso productor David O’Selznick, que en esos momentos estaba ultimando el que sería el mayor éxito de su carrera, “Lo que el viento se llevó”.

Hitchcock había estado trabajando en un guión basado en la novela de Daphne de Maurier en la que se basa esta película, pero O’Selznick lo descartó y le impuso una adaptación más literal de la obra y un sistema de trabajo más acorde con la United Artists, lo que supuso que en el proceso de producción del film se perdiera parte de la impronta creativa del director. En “Rebeca” vemos una adaptación brillante de la novela, bien desarrollada, narrativamente interesante y con un cierto tono de suspense pero es el argumento y los actores lo que la hacen especialmente atractiva para los espectadores y no tanto el poder de Alfred Hitchcock para provocar desasosiego con sus imágenes (y eso que tanto los parajes de Manderley como la presencia de la pérfida Señora Danvers lo compensan con creces).

Es curioso que la academia de Hollywood reconociera el trabajo de Alfred Hitchcock como ya no lo hizo nunca más (no ganó nunca el óscar al mejor director) en una película en la que trabajó de encargo, pero no hay que olvidar que la estrella en esos momentos no era tanto él como el ya mentado O’Selznick que venía de encandilar a todos con “lo que el viento se llevó”.

“Rebeca” fue un éxito de público, eso sí, hay que tener en cuenta que cada época tiene su público potencial. Así como los cines son llenados ahora por gente joven con ganas de ver acción y efectos especiales, en los años 30’s y 40’s, antes de la irrupción de la televisión en las viviendas norteamericanas, el público potencialmente más proclive a llenar las salas eran mujeres de clase media y alta con sus acompañantes y de ahí la proliferación de melodramas románticos y screwball comedies que nos regalaron los estudios de Hollywood. La adaptación cinematográfica de la novela en que se basa “Rebeca” era un éxito seguro y O’Selznick simplemente se aseguró de dar al público exactamente lo que quería, por lo que cualquier pega que podamos ponerle a la película hoy en día encontraría una oposición frontal de toda una generación, para la que este título fue esencial en su experiencia fílmica incluso tanto como para que a las rebecas se les llame así desde su estreno (es una chaqueta de mujer, de punto fino, sin cuello, y abrochada por delante y se le dio este nombre porque la utilizaba Joan Fontaine en esta película).

En lo estrictamente argumental me parece mucho más lograda la primera parte, en la que se desarrolla el meollo más sentimental, sobretodo porque tanto Joan Fontaine como Laurence Olivier están más brillantes y mejor aprovechados (ella compone un personaje delicioso y encantador y él resulta el galán que toda mujer querría en aquella época), especialmente en contraste con ese personaje odioso que es el que interpreta Florence Bates (odiosa maruja altiva y presuntuosa). A mitad de película, se produce un giro argumental y el género de la película cambia, pasando a ser el suspense protagonista. Aunque hay momentos antológicos, casi siempre cuando entra en escena la inquietante Judith Anderson (como el de la ventana que es una de las imágenes de la historia del cine) la intriga resultante no me parece tan bien resuelta, lo cual es muy curioso siendo que Hitchcock está tras la cámara, pero quiero pensar que las imposiciones de producción le impidieron desarrollar un tono más intrigante como seguramente le hubiera gustado. A parte el juego de apariencias y realidad es efectivo pero un poco rocambolesco y eso perjudica ligeramente el visionado.

Me he dedicado en la reseña a poner “peros” dejando claro que “Rebeca” no es de mis películas favoritas de Hitchcock, pero no me gustaría dar una impresión equivocada, es una gran película y su visionado te traslada literalmente a otro lugar, otro tiempo y otra sensibilidad. Sólo por eso merece y mucho la pena, pero es que argumentalmente lo tiene todo para resultar atractiva, pues no deja de ser una historia de obsesiones, pasiones, celos, intriga y tragedia ambientada en un lugar tan suntuoso como intrigante.

En 1941 recibió once nominaciones a los óscars de las que ganó dos (mejor película y mejor fotografía). Además tuvo nominación en los apartados de mejor director, mejor actor (Laurence Olivier), mejor actriz (Joan Fontaine), mejor actriz secundaria (Judith Anderson), mejor dirección artística, mejores efectos visuales, mejor montaje, mejos banda sonora original y mejor guión adaptado. Aquel año solo ganó más premios “El ladrón de Bagdad” (3) y también consiguieron dos “Historias de Filadelfia”, “Pinocho” y “Las uvas de la ira”.