martes, 27 de junio de 2017

“Lion” (Garth Davis, 2016)

Cine sentimental y también comprometido, que logra epatar emocionalmente. Se basa en una historia real que, entre otras cosas, nos muestra que hay otro mundo y que todos, favorecidos y desfavorecidos, estamos ligados a los demás porque los sentimientos son universales. Aunque va de más a menos tienes que ser una piedra para que no te consiga hacer caer la lágrima. Obtuvo 6 nominaciones a los óscars incluyendo mejor película, actor y actriz secundarios, guión adaptado, fotografía y banda sonora, pero no logró ningún premio.

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Título original: Lion
País: Reino Unido, Estados Unidos, Australia
Duración: 120 min.
Género: Drama
Reparto: Dev Patel, Rooney Mara, Nicole Kidman, Nawazuddin Siddiqui, Tannishtha Chatterjee, David Wenham, Eamon Farren, Menik Gooneratne
Productora: Aquarius Films, Screen Australia, See-Saw Films, The Weinstein Company, Sunstar Entertainment
Fotografía: Greig Fraser
Guión: Luke Davies
Montador: Alexandre de Franceschi
Producción: Emile Sherman, Iain Canning







Una forma de percibir los cambios que se producen en nuestros hábitos de consumo de ocio (a nivel incluso mundial) a lo largo del tiempo es comprobar las películas y series con éxito o tirón de una época respecto a otra. Ahora mismo estamos instalados en un momento en que domina el cine de acción y superhéroes y en el que las películas de cine se hacen para los chavales o para toda la familia, mientras que las series apuestan por argumentos más adultos (hablo en general y de las tendencias del cine de los grandes estudios, que excepciones siempre hay, así como otro cine muy diferente que escapa a modas y que merece la pena descubrir).

Si echamos la vista atrás retrocediendo tres o cuatro décadas encontramos un panorama completamente diferente al actual. Entonces las series no vivían la época dorada actual y el cine era reclamo para un público de mayor edad, siendo lo  habitual argumentos más adultos y muchas veces historias humanas y sentimentales. Hubo un tiempo en que en los óscars triunfaban títulos como “Kramer contra Kramer“ (Robert Benton, 1979), “Norma Rae” (Martin Ritt, 1979), Gente corriente” (Robert Redford, 1980), “En el estanque dorado” (Mark Rydell, 1981) o “La fuerza del cariño” (James L. Brooks, 1983).

Me ha hecho pensar en todo ello esta película, que está bien hecha, pero cuya mayor virtud es su capacidad para conectar sentimentalmente con nosotros como espectadores a través de sus personajes y concretamente de su protagonista, un niño hindú que termina viviendo en Australia. No es que sea éste un caso aislado, su compromiso con la realidad del tercer mundo es algo bastante habitual hoy en día en algunas cinematografías, pero sí lo es el hecho de que esta película contara con apoyo de los Weinstein en la distribución y haya acabado entre las nominadas al óscar a mejor película. Es decir, estoy hablando de que un gran estudio norteamericano la apoyó, a contracorriente de lo que es tendencia hoy en día, así que os podéis hacer idea de la fuerza que seguramente vieron en su argumento, basado en hechos reales.


Virtudes no le faltan. Ya digo que está bien realizada y que su capacidad para emocionar es grande; pero también diré que es cine sin alardes, con un argumento relativamente sencillo y yo diría que va de más a menos, porque aunque arranca  atrapando irremediablemente tu atención, después se ralentiza un poco, se estanca y adormece al son de su melancólica melodía principal, coincidiendo con el bloqueo personal del protagonista, para recuperarte de nuevo en el tramo final, en el que hay que ser de hierro para no soltar lágrimas.

No soy muy fan de Dev Patel, que estuvo bien en “Slamdog millionaire” pero no me gustó tanto en otros títulos que hizo después y en cambio en esta ocasión hace un buen trabajo (lo nominaron como mejor actor secundario). Además está bien acompañado por Nicole Kidman (también nominada) y por Rooney Mara (una actriz que me parece tremendamente minusvalorada y siempre está bien). El mejor de la función en cambio es el niño,  Sunny Pawar, cuya mirada y expresión explican sin palabras todo el desamparo necesario para que se nos encoja el corazón sin que el director fuerce lo dramático.

Esta película, nominada a seis óscars (película, actor y actriz secundarios, guión adaptado, fotografía y banda sonora) es de las que yo considero que hay que ver. Da igual que no ganara ninguno de esos premios o que no termine de ser redonda. Su verdadero valor es que te muestra que hay otro mundo, pero que los sentimientos son universales, te ayuda a relativizar tus problemas y ampliar la mente, te conciencia y te hace mejor persona.