miércoles, 13 de octubre de 2010

“Noche en la ciudad” (Jules Dassin, 1950)


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Producción: Samuel G. Engel
Guión: Jo Eisinger, Austin Dempster y William E. Watts basado en la novela de Gerald Kersh
Música: Benjamin Frankel (versión británica), Franz Waxman (versión estadounidense)
Fotografía: Mutz Greenbaum
Montaje: Nick DeMaggio, Sidney Stone
País: Gran Bretaña
Género: Policiaco, cine negro, crimen
Duración: 96 minutos
Productora: Twentieth Century-Fox Productions
Distribución: Twentieth Century Fox Film Company
Reparto: Richard Widmar (Harry Fabian), Gene Tierney (Mary Bristol), Googie Withers (Helen Nosseross), Hugh Marlowe (Adam Dunne), Francis L. Sullivan (Phil Nosseross), Herbet Lom (Kristo), Stanislaus Zbyszko (Gregorius), Mike Mazurki (The strangler)

Jules Dassin fue una de las víctimas de la lista negra que elaboraron sus propios compañeros de profesión en Estados Unidos cuando el senador McCarthy y el Comité de Actividades Antinorteamericanas realizaron su particular “caza de brujas” rastreando a aquellos hombre de cultura que pudieran tener ideas comunistas. Aunque este trabajo aún lo firmó para la 20Th Century Fox tuvo que rodarlo ya en Europa, donde se autoexilio después de que su nombre fuera citado en los primeros interrogatorios, concretamente en Londres, donde se instaló allá por 1950.

La película trata sobre Harry Fabian (Richard Widmark), un ambicioso maleante que trabaja llevando pardillos a los que sacar dinero al local de Phil Nosseross, el “Silver Fox”. Fabian pretende enriquecerse con un negocio propio así que engaña a su mecenas con su esposa Helen y se las ingenia para abrir un local con el que convertir la lucha grecorromana en el negocio más rentable de la ciudad, para lo que cuenta con un viejo luchador, Gregorius, enemistado con su hijo Kristo, el mayor promotor de luchas de Londres.

Sin duda se trata de una de las mejores películas de cine negro que he visto nunca y probablemente Jules Dassin estaba en su momento más dulce. El guión, magnífico, adaptado de la novela homónima de Gerald Kersh, ayuda por supuesto a esta consideración, pero además el director logra una atmósfera y una descripción de personajes y ambientes irrepetible, fantástica, absolutamente genial. Quizás influido por el expresionismo (todo el cine negro lo está) y por otras películas del momento Dassin consigue introducirnos literalmente en el mundillo de la noche londinense del hampa y sobrecogernos con ella con un tratamiento del blanco y negro que recuerda mucho a la intención expresiva de la que también hizo gala Orson Welles en títulos como “El tercer hombre”, curiosamente un año anterior a esta película.

La fotografía de Max Greene en esta “Noche en la ciudad” a mí particularmente me fascina puesto que la cámara se mueve en decorados pero también por las calles de Londres, reconocibles en todo momento gracias a la iluminación y las imágenes son nítidas pero también impactantes por los juegos de luces y sombras y muy descriptivas.



Hay detrás de esta película un monumental trabajo de puesta en escena muy meticuloso con los detalles y es algo que se observa cada vez que penetramos en interiores, donde Dassin mueve su cámara con mucha elegancia buscando siempre el ángulo más descriptivo (utilizando a veces el recurso de Welles de mostrar incluso los techos para oprimir a los personajes dentro de un espacio o buscando la profundidad de campo para dar realismo a las tomas, con personajes que se mueven al fondo de la imagen). En exteriores el trabajo es también magnífico como puede observarse en las persecuciones (el personaje de Richard Widmark termina escapando siempre de alguien a la carrera en mitad de la noche) o en esa maravillosa escena en la que, con la cámara en un vehículo, se nos muestra como va corriendo la información por la ciudad entre maleantes, vagabundos y vendedores ambulantes.

La historia en sí es arrebatadora y lo es porque el guión es magnífico y mima todos los personajes, del primero al último, concediéndoles su propia idiosincrasia y su importancia dentro del relato. En este sentido hay que decir que Dassin hace un grandioso trabajo recreando el pequeño microcosmos humano que nos muestra y todos los personajes resultan muy bien definidos, aún cuando tienen escasos segundos de aparición en pantalla. También es mérito de los actores, como no, todos ellos espléndidos del primero al último, aunque hay que destacar a Richard Widmark, en uno de los mejores papeles de su carrera y también a Francis L. Sullivan (Phill Nosseross) y a Stanislaus Zbyszko, fantástico y conmovedor en su papel de Gregorius.

Particularmente creo que todo encaja a la perfección, yo diría que estamos ante una obra maestra del género sin el menor género de duda, aunque no es una película especialmente conocida. En cualquier caso como espectador asistes del primer minuto al último con el máximo interés en un relato trufado de ambiciones, falsas esperanzas, traición en un ambiente sórdido en el que los maleantes campan a sus anchas. Por así decirlo es un viaje a los bajos fondos del que se regresa con una clara moraleja: es un viaje éticamente sin regreso.

Como curiosidad decir que Irwin Winkler hizo un remake en 1992 protagonizado por Robert De Niro y Jessica Lange no tan logrado.