viernes, 20 de julio de 2012

“Margin call” (J. C. Chandor, 2011)


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Guion: J.C. Chandor.
País: EEUU.
Duración: 109 min.
Género: Drama, thriller.
Reparto: Kevin Spacey (Sam Rogers), Paul Bettany (Will), Jeremy Irons (John Tuld), Zachary Quinto (Peter Sullivan), Penn Badgley (Seth), Demi Moore (Sarah), Mary McDonnell (Mary), Stanley Tucci (Eric Dale), Simon Baker (Jared).
Producción: Michael Benaroya, Neal Dodson, Zachary Quinto, Robert Ogdent Barnum, Corey Moosa y Joe Jenckes.
Música: Nathan Larson.
Fotografía: Frank G. Demarco.
Montaje: Pete Beaudreau.
Diseño de producción: John Paino.
Vestuario: Caroline Duncan.
Distribuidora: Wanda Visión.
Estreno en España: 21 Octubre 2011.


Tiene “Margin call” una atmósfera y un poso desasosegante que más que en drama de ambiente financiero, que es como se vende, la convierte  en una película de terror y esto es así porque encoje el ánimo ver como son los entresijos de ese sistema financiero y qué clase de tipos toman decisiones que afectan a muchos empleos y muchas vidas. Además lo terrible es que lo que cuenta suena a verosímil y más comprobando como aquella crisis económica que pareció arrancar en Estados Unidos en 2008 se ha alargado por cuatro años ya y ha trasladado su epicentro a Europa y concretamente a España, donde los recortes provocados por la pleamar económica, hacen retumbar las calles con protestas de trabajadores de todo tipo.



La película no explica las razones de la crisis (para ello es más adecuado el magnífico documental “Inside job”), pero sí cómo fue detectada allá por el otoño de 2008 en una empresa de especulación financiera de la que no se da el nombre pero que perfectamente podría ser Lehman Brothers y cómo afectó a sus descubridores, avocados a un desastre económico que sólo fue la primera ficha caída de un económicamente trágico efecto dominó.



Al parecer, el director, J. C. Chandor, que también es el guionista (nominado al óscar por cierto), contaba con información de primera mano gracias a su padre, que durante 40 años trabajó en Merril Lynch, así que su primera película tiene un notable empaque argumental y también fílmico, impropio en un debutante pero sí lógico teniendo en cuenta que se mueve en terreno conocido. Ese dato todavía asusta más porque como espectador te das cuenta que todo lo que se respira e intuye en la película resulta veraz y muy próximo a la realidad.

El punto de partida del argumento es eso tan temido en la empresa privada y más en las empresas especuladoras de Wall Street donde cada empleado gana cifras cercanas al millón de dólares (eso nos dicen) que consiste en el “reajuste de personal” cuando por motivos económicos la directiva decide cortar cabezas al no poder hacer frente con los ingresos al coste de las nóminas. Para un “tiburón” de las finanzas perder el trabajo es un drama terrible porque sólo con un puesto laboral así es posible llevar el nivel de vida que desean (el personaje de Paul Bettany, Will, lo explica claramente cuando desgrana en qué utiliza su sueldo). El director utiliza esto para ilustrar no sólo cómo la gran bola de la crisis comenzó a rodar sino también cómo afectó a un grupo de personas.

Sucede en esta película que resulta difícil empatizar con ninguno de los personajes, aunque evidentemente no se trata de eso. El caso es que todos y cada uno de ellos representan de un modo u otro lo peor de un sistema que está basado en el inconformismo, en la ambición y en el afán por acumular capital para alcanzar un nivel de vida por encima del resto de los mortales. 



Aunque el director muestra mucho interés por ilustrar el drama desde el punto de vista de los diversos personajes, interpretados por cierto por un elenco de actores de relumbrón, lo verdaderamente apasionante, como no, es el tema de fondo, la crisis económica. Las conversaciones del guión, en ocasiones monólogos, lanzan al aire varias reflexiones sobre las que cada cual puede pensar. Una de las ideas básicas que se nos apuntan es que la economía, a pesar de la insondable complejidad de sus vericuetos resulta finalmente bastante simple ya que tan sólo es una marea con flujo y reflujo, con ciclos álgidos y críticos que van y vuelven a lo largo de los años y en el mundo siempre existe el mismo porcentaje de ricos y pobres ya vivan en una latitud y longitud u otra. La pregunta que esto provoca es ¿por qué no se intenta cambiar ese porcentaje? La respuesta que dan los tiburones financieros que pueblan esta película es clara: porque no interesa, porque para que haya personas que puedan tener un  nivel de vida que les permita disfrutar de todos los lujos y caprichos es matemáticamente inevitable que haya otras personas que vivan en la más absoluta miseria. La igualdad, el compromiso para que todos fuéramos felices con unos mínimos es teóricamente imposible en un mundo como el que vivimos primero porque los flujos de la economía lo convierten en una utopía inalcanzable en la práctica y segundo porque el ser humano es inconformista por naturaleza. Esto en sí es ya terrible, pero lo es más aún asumir que, como los tipos que pueblan esta película, el sistema ha generado profesiones que trabajan para especular con la riqueza y acumularla y para quienes es un drama perder sus privilegios y retornar a la normalidad.



“Margin call” es una procesión de personajes a cuál más terrible y aunque se pueda llegar a comprender sus  motivaciones, todos ellos son realmente víctimas de sí mismos y de sus afanes: Peter Sullivan (Zachary Quinto) podría haber sido ingeniero espacial pero la oferta económica que le ofrecían para trabajar en Wall Street era más suculenta así que son sus conocimientos los que destapan la crisis empresarial inevitable que Eric Dale (Stanley Tucci) trataba de retrasar tras comprarse una lujosa vivienda en Brooklyn. Su jefe Will (Paul Bettany), un tipo con las ideas claras y capaz de gastarse un dineral en putas y borracheras sin sonrojarse que se mueve entre oficinas como pez en el agua, es quien alerta a su superior Sam (Kevin Spacey), un tipo al que vemos de perfil e intuimos unas lágrimas después de que su firma haya hecho la guadaña con varios empleados, para descubrir a continuación que por lo que llora es por el estado de su perra. Sam, que ha aguantado en la empresa 34 años gracias a eso de no querer saber más allá de sus responsabilidades y hacer siempre lo que esperan de él sus superiores, inicia los mecanismos jerárquicos para dar la alerta y pide supervisión a la jefa de control, de riesgos Sarah (Demi Moore). Pone los pelos como escarpias como Jared (Simon Baker, el de “El mentalista”) afronta inicialmente el problema, digamos, tratando de barrer la basura debajo de la alfombra antes de llamar a John (Jermy Irons), el gran jefazo, el Gordon Gekko (véase “Wall street”) de esta película y no lo digo por posición en el escalafón sino por ese fondo despiadado, frío y carente de la más mínima piedad. Por supuesto son los actores y sus conversaciones los grandes “efectos especiales” de la función, que se mueve de una escena de despacho a otra para desarrollar el argumento y son ellos los que imprimen fuerza a la historia. En concreto Jeremy Irons está descomunal, como siempre, aunque no le van a la zaga el resto, en especial Kevin Spacey, Paul Bettany y Simon Baker, que están soberbios.

 

En la línea de la ya mencionada “Wall street”, “Margin call” parte de un drama concreto (en este caso relata el origen de uno mayor concentrándose temporalmente en unas pocas horas) para hablar de algo mucho más complejo y tiene la cualidad de resultar de una claridad meridiana en su exposición a pesar de lo farragoso de su tema a parte de resultar tan verosímil como lo sería un documental. Es una película seria y trascendente que gustará a quienes disfruten sumergiéndose en los entresijos de las finanzas o a quienes quieran comprender mejor los resortes de comportamiento del mundillo empresarial financiero.

MIS ESCENAS FAVORITAS   CUIDADO ¡¡¡CONTIENE SPOILERS!!!!

-         La escena inicial en la que llega un grupo de profesionales que se dedican a despedir al personal es memorable, sobretodo cuando se encierran con Eric Dale y le comunican su despido ofreciéndole un guardaespaldas antes de que recoja sus enseres personales.

-         Tras ejecutar los despidos de un 80% de los trabajadores Will entra en la oficina de Sam y vemos a éste de perfil mirando por la ventana al vacío y con lágrimas que intuimos en sus ojos porque se las seca con las manos. A continuación descubrimos que no está llorando por los despidos sino porque su perra está a punto de morir.

-     Sam irrumpiendo entre aplausos en la sala donde están los trabajadores aún no despedidos para arengarles asegurándoles que si resisten es porque son los mejores.

-         Sam se reúne con Jared para comentarle que han descubierto unos activos tóxicos en la empresa que la llevan a la ruina y éste le pregunta cuánto tiempo tardaría su equipo en esconder esos activos en las cuentas de la empresa.

-         Una vez confirmados los datos de la quiebra Will sube a la azotea con Peter y Seth y se sienta peligrosamente en la barandilla del rascacielos mirando la caída y les comenta: ¿Sabéis que cuando la gente se asoma al abismo no siente miedo a caer sino a querer saltar? Situación que culmina con un “Otro día”. En esa misma escena les explica por qué lleva la vida que lleva y en qué gasta sus casi 2,5 millones de salario.

-         La reunión de todo el equipo mandatario de la empresa con John Tuld (Jeremy Irons) y cómo éste les pide que le hablen con claridad porque él no les dirige por sus conocimientos financieros sino por su capacidad para escuchar la “música” y en unas semanas lo que escucha es nada, así que lo que tienen que pensar es cómo salir de esa lo mejor posible para todos.

-         Will habla con Eric junto a su casa en Brooklyn y éste le cuenta como hace años construyó un puente con el que ahorró miles de horas de conducción, de algún modo queriendo autojustificar el daño que sabe que ha hecho alargando el comunicado de una alerta de crisis de la que era consciente desde hacía un par de semanas.

-         John Tuld despidiendo a Sarah.

-         Las conversaciones de Will para vender su producto con el fin de liquidar la empresa en tal solo unas horas antes de que quiebre y de ese modo minimizar las pérdidas y los costes.





-         La conversación de John Tuld con Sam en la que le explica con terrible naturalidad que la crisis sólo es algo cíclico, que sólo hablan de dinero, algo que se fabrica para que la gente no tenga que matarse para conseguir comida y que pase lo que pase el mundo siempre ha tenido y tendrá el mismo porcentaje de ricos y pobres, de ganadores y perdedores, peces gordos y peces hambrientos.

-         Se observa una Nueva York casi siempre nocturna detrás de las cristaleras que remite directamente a la Gotham de Batman, oscura, fría y de algún modo inquietante, como un decorado de pesadilla, que es lo que viene a ser el argumento. 

-         Una de las conclusiones que pueden sacarse de la película y también de la propia crisis económica de 2008 es que aunque las actividades financieras sean necesarias, también lo sería una mayor regulación y control de las mismas. En la película los responsables de la firma saben que la crisis se va a producir e intentan aprovecharse de la misma al máximo antes de que ocurra para salvar su propio culo por no hablar de que inventan un producto de dudosa fiabilidad para alargar su statu quo aún a sabiendas de que el sistema se tambalea (un apunte para nada velado de las hipotecas basura).