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Título original: Arbitrage.
Guión: Nicholas Jarecki.
País: EEUU.
Duración: 107 min.
Género: Drama, thriller.
Reparto: Richard Gere (Robert Miller), Susan Sarandon (Ellen Miller), Tim Roth (Detective Michael Bryer), Laetitia Casta (Julie), Brit Marling (Brooke Miller), Nate Parker (Jimmy), Bruce Altman (Chris).
Producción: Laura Bickford, Justin Nappi, Kevin Turen y Robert Salerno.
Música: Cliff Martinez.
Fotografía: Yorick Le Saux.
Montaje: Douglas Crise.
Diseño de producción: Beth Mickle.
Vestuario: Joseph G. Aulisi.
Distribuidora: Tripictures.
Estreno en USA: 14 Septiembre 2012.
Estreno en España: 5 Octubre 2012.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.
Recomendada para concienciados contra esa lacra en nuestros días que consiste en dar más importancia a lo que se tiene que a lo que se es y a los que disfrutaron con películas como “Wall street” o “Margin call”.
Richard Gere tiene su público fiel desde “oficial y
caballero” (Taylor Hackford, 1982) y “Pretty woman” (Garry Marshall, 1990) y
lleva años encadenando proyectos más o menos logrados, pero casi siempre
correctos, de visionado facilón y destinados a contentar a ese público
potencial que no le falla y lo mantiene en la agenda de los estudios. Un buen
ejemplo reciente de ello sería la lacrimógena “Siempre a tu lado (Hachiko)” que
filmó Lasse Hallström en 2009.
De vez en cuando también ha participado en un título
importante, no muchos la verdad, lo fue “Chicago” (Rob Marshall, 2002) y yo
diría que precisamente esta película de “El fraude” sería otro caso porque muy
probablemente sea además el mejor trabajo de su carrera de actor (con
nominación incluida en los Globos de Oro).
Pues sí, en esta historia de un magnate financiero de Nueva
York con problemas, encontramos a un Gere que encaja en su personaje como en su
día lo hizo Michael Douglas en el de Gordon Gekko y saco la comparación a
pasear porque me parece que hay ciertas concomitancias entre “Wall street” y
esta película por aquello de que ambas muestran la cara menos amable de las
finanzas de la gran manzana.
La película comienza con lujo y glamour, con una familia
modélica y un tipo aparentemente ejemplar, pero pronto nos damos cuenta que
tras las apariencias el protagonista anda enfangado hasta los tuétanos,
empezamos a seguirlo y vemos que su vida más que un cuento de hadas es una
pesadilla...Curioso planteamiento porque en este caso no tenemos un inocente
Bud Fox (véase “Wall street”) con el que empatizar, sino que es el propio
tiburón financiero el protagonista, un individuo que por mucho que sea el
protagonista nos provoca al más completo rechazo desde el principio.
Se trata de una película valiente y más si tenemos en cuenta
que es la primera que hace su director y lo es porque va al grano, porque no
suaviza las cosas para que ganemos afecto al protagonista y porque una vez ha
arrancado ya no se apea de sus intenciones hasta el final ¡¡¡¡Qué final!!!!
Asusta como pocos, te hace tomar conciencia y demuestra porque el mundo anda
como anda.
Lógicamente, en el estado de cosas actual es una película de
plena vigencia, casi un documento de los tiempos que corren donde parece que lo
único importante es poseer y aparentar aunque por dentro andes más seco de
principios y ética que la mojama. Suena a frase hecha, a tópico, pero es muy
serio, nuestra sociedad encumbra a los Robert Miller, las mujeres quieren estar
a su lado y quien más quien menos quiere poseer lo que posee. Deprimente pero
cierto como la vida misma.
Al margen de la carga de profundidad obvia que tiene el
argumento y sobretodo su conclusión, esta película ofrece mucho más porque
consigue hacer un retrato familiar de tono casi costumbrista, hace estallar
varios resortes dramáticos entre varios personajes y encima introduce un asunto
criminal, policiaco y judicial....vamos, que hay tanto mejunje y tanto tomate
que considero inviable que nadie se pueda aburrir.
Seguramente ese compromiso entre lo comercial y la autoría
hacen más grande si cabe esta película y la convierten en una de esas sorpresas
con las que uno afortunadamente se encuentra de sopetón, que parece que aún se
disfruta más.