lunes, 28 de marzo de 2016

“Brooklyn” (John Crowley, 2015)

Una película muy agradable de ver, sobre una joven irlandesa que busca su rumbo en el Estados Unidos de mediados de siglo XX. Hay en ella extrema corrección, delicadeza y la clara intención de contar una historia que, a pesar de tener su dilema, pretende que el espectador la vea con sosiego y salga del cine con un ánimo melancólico. Un oasis de placidez y clasicisimo en un cine actual que apuesta por fórmulas radicalmente distintas

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País: Irlanda, Canadá.
Duración: 111 min.
Género: Melodrama romántico.
Reparto: Saoirse Ronan, Domhnall Gleeson, Emory Cohen, Emily Bett Rickards, Nora-Jane Noone, Michael Zegen, Paulino Nunes, Jenn Murray, Jessica Paré, Aine Ni Mhuiri, Jim Broadbent, Julie Walters, Brid Brennan, Gillian McCarthy, Fiona Glascott, Jane Brennan, Eva Birthistle, Jane Wheeler, Alain Goulem, Erika Rosenbaum
Guión: Nick Hornby; basado en la novela de Colm Toibin.
Montaje musical: Yann McCullough
Montador: Jake Roberts
Producción: Finola Dwyer y Amanda Posey.
Estreno en España: 26 Febrero 2016.

 
 

Brooklyn” en otro tiempo, cuando sólo había un quinteto de elegidas, hubiera quedado fuera de las nominadas a mejor película en los óscars, máxime cuando seguramente es la menos buena de las ocho agraciadas de este 2015 recién acabado. Me recuerda un poco a lo que pasó con "Philomena", otra película de esta línea, que se puede ver.

No es una película que arrebate, no es nada rompedora, más bien al contrario, no va a levantar pasiones y no va a hacer que el público acuda a verla en masa a los cines. Pero precisamente todo esto la hace especial y lo es porque hoy es excepcional cuando vemos una película rodada de forma clásica, sin grandes aspavientos de cámara, con encuadres y montaje sereno y con el único deseo de contar un relato de forma efectiva.

También va a contracorriente de modas su tono amable, su poso melancólico y su formato de melodrama sentimental. Películas como ésta ya sólo enganchan a un público adulto, mayoritariamente entrado en edad o a amantes del cine clásico con inquietud por los poquísimos  títulos que se hacen para ellos a lo largo del año. Es una pena, pero el cine clásico a día de hoy no vende y eso lo convierte en minoritario y de culto.

Pero ¡cuidado! porque cuando se habla de “cine de culto” lo asociamos con el cine de autor, con propuestas que a menudo suelen ser exigentes en cuanto a ritmo fílmico o como manifestación artística.  Brooklyn” no es eso, sólo va a ser “de culto” porque va a ser muy poquita gente la que la verá en los cines y esa gente probablemente trasmitirá su satisfacción a sus círculos más próximos y afines, que serán reducidos. No va a ser de ese “culto” al que nos referíamos en la primera acepción porque es una película fácil de ver, sencilla de asimilar y de digestión agradecida. Es ante todo lo que los americanos llaman un “feelgood film”, un título que una vez visto te hace sentir mejor y volver a casa con otro ánimo.


Trata sobre una joven que en los años 50 del siglo XX se marcha de su pueblo natal en Irlanda a buscar una vida mejor en Estados Unidos y de todo lo que le sucede, contado con un tono amable que elude cualquier circunstancia escabrosa y que tiende, aún cuando se activa el melodrama, a procurar que el espectador no entre en zozobra. Hay en el argumento un momento en el que la protagonista deberá elegir, un dilema que de pronto se ve venir y que constituye el principal meollo argumental de la película, pero en ningún momento se tensa tanto el asunto, ni se activan los posibles resortes dramáticos como para que el visionado deje de ser confortable.

En sí mismo este planteamiento define la película como un dulce pero también constituye su talón de aquiles porque el argumento daba juego para emociones más intensas. También pienso que existen algunas pegas en el guión  que impiden que uno pueda implicarse de forma más directa en el conflicto de la protagonista, ya que hay un instante en que resulta difícil entenderla o al menos no están lo suficientemente bien explicadas sus dudas...Sea como fuere parece que lo que les interesa a director y producción es que pese más la corrección y el tono amable que domina el conjunto, mucho más que la propia melancolía que sobrevuela el argumento varias veces y que con algún giro podría haberse convertido en un argumento mucho más intenso.

Sin ser perfecta, sin aprovechar del todo sus bazas argumentales ni de reparto (tener a Domhnall Gleeson y sobretodo a Jim Broadbent bordando su papel de cura daban mucho más juego), “Brooklyn” en cambio regala dos horas plácidas de un relato sereno y esperanzador, una ambientación envolvente muy cercana a la arcadia fílmica y también alguna sonrisa (ese crío de la familia italiana está claramente desaprovechado). A quien no le guste el cine sentimental mejor se abstenga, pero quien si disfrute con él, no puede perdérsela y aunque Saoirse Ronan (“Expiación”, “Camino a la libertad”, “Hanna” o “El gran hotel Budapest”) no esté de óscar (estaba nominada), esta película es una buena forma de ir conociendo a una de las actrices emergentes más prometedoras de los últimos años y seguro que dará mucho juego próximamente.