Gran película del Hollywood clásico, drama romántico adaptación de la novela de Somerset Maugham en la que un joven estadounidense abandona todo para encontrarse a sí mismo después de la dura experiencia de la primera guerra mundial. El argumento aprovecha para exponer varios contrastes: el lujo frente a la indigencia, la bondad frente al egoísmo, la paz espiritual frente al desasosiego social, y apunta moraleja: "la bondad es, al fin y al cabo, la fuerza más poderosa del mundo y él la posee". Lo mejor en cualquier caso es la brillante y elegante dirección y una puesta en escena muy cuidada.
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Título original: The razor's edge
País: Estados Unidos
Duración: 145 min.
Género: Drama, Melodrama, romántico
Reparto: Tyrone Power, Gene Tierney, John Payne, Anne Baxter, Clifton Webb, Herbert Marshall, Lucile Watson, Frank Latimore, Elsa Lanchester, Fritz Kortner, John Wengraf, Cecil Humphreys, Harry Pilcer, Cobina Wright Sr.
Productora: Twentieth Century-Fox Film Corporation
Dirección artística: Nathan Juran, Richard Day
Fotografía: Arthur C. Miller
Montaje: J. Watson Webb Jr.
Música: Alfred Newman
Producción: Darryl F. Zanuck
He aquí un claro ejemplo de cómo la maquinaria del Hollywood clásico podía convertir una novela de éxito como la que William Somerset Maugham había escrito dos años antes en una película deslumbrante, cuidada hasta el más mínimo detalle y con una puesta en escena elegante y sofisticada.
Detrás de esta producción de 20Th Century Fox estaba uno de los grandes, Darryl F. Zanuck, de hecho fundador de la productora y una de las personalidades con mejor ojo para discernir al vuelo qué podía llegar a ser un éxito y qué no. Su gran apuesta en 1946 fue la novela mencionada y para llevarla a la pantalla reunió a un elenco con gran gancho: Tyrone Power, Gene Tierney, Ann Baxter, Herbert Marshall y un Clifton Webb que para mi gusto les come a todos “la tostada” y está inmenso.
La historia cuenta a través de un tercero la historia de un tipo de Chicago de posición acomodada al que la primera guerra mundial produce tal impacto que renuncia al confort y todos los lujos que podría darle el matrimonio con su novia de adinerada familia para encontrarse a sí mismo en Europa.
Lo destacado no es sólo el relato romántico y el conflicto personal del protagonista a caballo entre el lujo y la austeridad, sino el choque entre dos mundos, el contraste entre los caprichos de la clase adinerada y las necesidades de los hombres de vida modesta, la obsesión por el statu quo y la aspiración por una vida plena….Los personajes protagonistas dejan claro que, al menos si has nacido en el lujo, se te ofrece la posibilidad de elegir porque a fin de cuentas no es oro todo lo que reluce.
Si reluce en cambio la producción de esta película, la dirección artística, los decorados, todo lo que tiene que ver con la puesta en escena, la vibrante banda sonora de Alfred Newman…un auténtico alarde de medios que sigue manteniendo el esplendor que tenía en su día y que sigue siendo una delicia ver. Baste ver la primera escena, en la que el narrador (un escritor que en realidad representa al propio autor de la novela) asiste a una fiesta de alta sociedad en la que se van presentando todos los personajes. Es pura elegancia como el director Edmund Goulding (inolvidables sus anteriores películas “Gran Hotel” o “Amarga victoria”) hace su presentación, en realidad toda la película es magnífica en ese aspecto.
En cualquier caso no sólo es apariencia y lujo lo que importa, no sólo verla es un disfrute por ese mundo sofisticado en blanco y negro en el que penetramos viéndola (y que seguramente conquistó en su día a gran parte del público femenino, potencialmente su mejor público), el guión es magnífico y ofrece un juego de contrastes y un trasfondo melodramático que terminan por atraparte irremisiblemente gracias a la brillante actuación de todos los intérpretes.
En principio los personajes de Tyrone Power y Ann Baxter están pensados para conmoverte en contraposición con los de Gene Tierney y Clifton Webb, pero una de las lecciones que se pueden extraer de su argumento es que, finalmente, todo individuo puede llegar a conmover o a provocar un cierto rechazo según como le pintan las cosas y cómo las afronta. Me gusta esta película porque, entre otras cosas, uno no acaba teniendo al final la misma impresión que tenía al principio, hay una transformación interna en la historia que afecta a los personajes y a lo que vemos en ellos. Y como colofón hay un aprendizaje, una suerte de moraleja no explícita que de alguna manera provoca un antes y un después de su visionado (y no me refiero a la última frase, que es una sentencia en la que se puede tener más o menos fe).
En suma, una de esas películas para dejarse llevar y transportarse casi a otro mundo. Cuanto más tiempo pasa más claro lo veo, aquellas producciones del Hollywood clásico y los grandes estudios, con sus decorados y su forma de construir las películas no sólo son únicas, es que te introducen en una realidad, que basada en el mundo que conocemos, son literalmente otra cosa completamente distinta. A mí por eso no me rechina un personaje tan idealista y poco creíble realmente como el protagonista, en el fondo me satisface que me lleven a un microcosmos en el que sí es posible y sí haya tipos como a todos nos gustaría ser si existiera un mundo ideal. "La bondad es, al fin y al cabo, la fuerza más poderosa del mundo y él la posee", qué utópica pero que hermosa idea.