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Tanto la pareja protagonista (Hayley Atwell y Domnhall Gleeson) como el argumento, garantizan un episodio de máximo interés a priori y a posteriori las expectativas no se ven frustradas. En el caso de ellos porque conforman uno de los repartos más atractivos de la serie y en el caso de la historia porque sentimentalmente engancha y mucho el caso que se nos cuenta, que pone el foco en las redes sociales y la robótica, desarrollando algunos aspectos de la ciencia-ficción clásica ya tratados por autores como Isaac Asimov. Lo mejor en cualquier caso es como demuestra que, en realidad, cada ser humano termina siendo irrepetible, a fin de cuentas nadie se parece totalmente a nadie y ese hecho de ser únicos es lo que nos hace tan valiosos. Es uno de los capítulos de la saga que más incide en lo emocional y sentimental y en ese ámbito la elección de los actores es también un claro acierto.