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Título original: One flew over the cuckoo's nest
País: Estados Unidos
Duración: 133 min.
Género: Drama
Reparto: Jack Nicholson (Randle Patrick McMurphy), Louise Fletcher (Enfermera Mildred Ratched), William Redfield (Harding), Michael Berryman (Ellis), Peter Brocco (Matterson), Dean R. Brooks (Dr. John Spivey), Alonzo Brown (Miller), Scatman Crothers (Turkle), Mwako Cumbuka (Warren), Danny DeVito (Martín), William Duell (Jim Sefelt), Josip Elic (Bancini), Sydney Lassick, Brad Dourif, Christopher Lloyd, Will Sampson, Vincent Schiavelli, Nathan Georg.e
Guión: Bo Goldman, Lawrence Hauben
Productora: Fantasy Films, N.V. Zvaluw
Fotografía: Bill Butler, Haskell Wexler
Guión: Bo Goldman, Lawrence Hauben
Montaje: Lynzee Klingman, Sheldon Kahn
Música: Jack Nitzsche
Milos Forman, director de origen checo también responsable de las posteriores “Hair” (1979), “Ragtime” (1981), “Amadeus”(1984), “Valmont” (1989), “El escándalo de Larry Flynt” (1996), “Man on the moon” (1989) o “Los fantasmas de Goya” (2006) fue reclutado por el productor Saul Zaentz y Michael Douglas a mediados de los 70’s para llevar al cine una novela de Ken Kesey que había conocido un importante éxito en los escenarios de Broadway de la mano de Kirk Douglas. Al parecer el patriarca de los Douglas, que había representado al personaje de Patrick McMurphy y se había “enamorado” artísticamente del mismo, conoció al prometedor Milos Forman y le propuso dirigir una película con los derechos recién adquiridos de la novela allá por los años 60’s pero se produjo un problema con la aduana checa (eran tiempos difíciles en Europa) y el proyecto no se retomó hasta Michael Douglas se hizo con las riendas de la producción.
El proyecto era un caramelo para cualquier actor, por eso había comprado los derechos Kirk Douglas, pero ya era mayor para el personaje y Michael Douglas se tomó muy en serio el proceso de casting, ofreciendo el papel a los actores de más renombre del momento como Marlo Brando, Gene Hackman o Burt Reynolds, que rechazaron la oferta. Finalmente Jack Nicholson se hizo con el papel y consiguió lo que el propio Milos Forman calificó de “un milagro” con una interpretación soberbia, llena de vitalidad y fuerza, ideal para el personaje y que a la postre terminaría valiéndole el óscar a mejor actuación masculina.
La película fue un rotundo éxito de crítica y público y consiguió los cinco óscars más importantes, mejor película, mejor director, actor (Jack Nicholson), actriz (Luis Fletcher) y guión adaptado siendo además nominada al mejor montaje, mejor fotografía, mejor banda sonora y mejor actor de reparto (Brad Dourif). Aquel año venció a películas tan destacadas como el “Tiburón” de Steven Spielberg, el “Barry Lindon” de Stanley Kubrick, “Tarde de perros” de Sydney Lumet o “Dersu Uzala” de Akira Kurosawa.
Hoy en día está considerada una de las grandes películas de la historia del cine y posee un peculiar encanto que cualquiera descubrirá si no en un primer visionado sí en los sucesivos, porque está repleta de detalles, de interpretaciones fabulosas de las que se saca un poquito más cada vez que se ve, de grandes escenas y sobretodo de una importante carga de profundidad por lo que dice entre líneas. Si la véis y no os termina de atrapar (sería raro, pero podría ocurrir) mascadla con el paso de los días o dadle una nueva oportunidad pasado un tiempo y descubriréis el poderoso impacto y la huella que deja. En ese sentido no es una película fácil de asimilar, una aproximación superficial a ella puede dar la impresión de estar ante una historia de unos locos internados en un manicomio sin más, pero aunque el argumento sea ese, el calado argumental no es tan simple y por supuesto, ni la concepción ni los resultados son simples ni producto de la casualidad.
El argumento se centra en el personaje de Patrick McMurphy, un veterano de la guerra de Corea que, para librarse de los trabajos forzados de una granja prisión hace que le trasladen a un centro psiquiátrico supervisado por la estricta jefa de enfermeras, Mildred Ratched, donde se encuentra con una curiosísima troupe de enfermos sometidos a la disciplina del lugar (imponente reparto en el que descubrimos caras hoy muy reconocibles pero en 1975 aún desconocidas tal que Danny de Vito como Martini, Brad Douriff como Billy bibbit o Christopher Lloyd como Max Taber).
McMurphy no está loco, pero su comportamiento es, cuando menos peculiar (lo que da pie a Nicholson a componer un personaje que sólo él podría haber hecho) y rebelde ante lo establecido así que enseguida choca con la enfermera Ratched iniciando una particular guerra personal que va hilando las hebras del drama y a su vez permite que la película nos susurre ideas y pensamientos casi más interesantes que el propio argumento.
Al ver la película uno siempre se pregunta a qué se refiere el titulo. Concretamente es una rima que el Jefe indio Brondem (inolvidable personaje) recuerda de su abuela: "Uno voló hacia el este, uno voló hacia el oeste, y uno voló sobre el nido del cuco". McMurphy representa la lucha contra la represión, contra una rigidez excesiva, contra lo inquisitorial e impuesto que representa Ratched, una enfermera que en el fondo está movida por un impulso egoísta. La enfermera no quiere que los enfermos mejoren, que vivan, que se ilusionen, sólo quiere controlarlos, imponer su dominio y controlar la situación. Evidentemente este planteamiento es una alegoría sobre la vida en general, sobre los poderes dominantes y despóticos que alienan al individuo. Es una película que invita a cuestionar las normas porque el mero hecho de poder cuestionarlas es un derecho de todo individuo. La figura del jefe indio en concreto es especialmente reveladora y es revelador también el hecho de que sea un indio norteamericano, alguien vencido por las circunstancias, que vive en un mundo que no entiende y que le ha sometido y que acepta resignado hasta que McMurphy le abre los ojos: “¿qué hacemos aquí, jefe? ¿qué hacen dos tipos como nosotros en este puñetero lugar?”.
Sin destripar el final y los sucesos dramáticos que van sucediéndose en la película sólo decir que muchas escenas, a pesar de su dureza y su impacto emocional en el espectador son bellas a la postre porque revelan la especial relación que el personaje de McMurphy va ganando con el resto de “locos”. En concreto el final está cargado de un intenso poso melancólico y agridulce que nos deja literalmente noqueados.
En resumen, una película que hay que ver, que invita a pensar, que posee un reparto excepcional y está magníficamente resuelta tanto delante como detrás de las cámaras, con un fabuloso duelo interpretativo entre Jack Nicholson y Luis Fletcher en los mejores papeles de sus respectivas carreras, con escenas y momentos antológicos e inolvidables (no sé por qué siempre me ha resultado fabulosa la entrevista entre McMurphy y el director del centro, con una especial frescura) y una película que mejora con cada visionado y nunca se olvida.
¿Qué es la locura? ¿Quiénes son los locos? ¿Puede la sociedad dictar quién es loco o quién no y castigarle por ello? ¿Puede una autoridad reprimir el cuestionamiento de las normas a cualquier precio? ¿Es mejor un orden en represión o la libertad no reprimida?
Título original: One flew over the cuckoo's nest
País: Estados Unidos
Duración: 133 min.
Género: Drama
Reparto: Jack Nicholson (Randle Patrick McMurphy), Louise Fletcher (Enfermera Mildred Ratched), William Redfield (Harding), Michael Berryman (Ellis), Peter Brocco (Matterson), Dean R. Brooks (Dr. John Spivey), Alonzo Brown (Miller), Scatman Crothers (Turkle), Mwako Cumbuka (Warren), Danny DeVito (Martín), William Duell (Jim Sefelt), Josip Elic (Bancini), Sydney Lassick, Brad Dourif, Christopher Lloyd, Will Sampson, Vincent Schiavelli, Nathan Georg.e
Guión: Bo Goldman, Lawrence Hauben
Productora: Fantasy Films, N.V. Zvaluw
Fotografía: Bill Butler, Haskell Wexler
Guión: Bo Goldman, Lawrence Hauben
Montaje: Lynzee Klingman, Sheldon Kahn
Música: Jack Nitzsche
Milos Forman, director de origen checo también responsable de las posteriores “Hair” (1979), “Ragtime” (1981), “Amadeus”(1984), “Valmont” (1989), “El escándalo de Larry Flynt” (1996), “Man on the moon” (1989) o “Los fantasmas de Goya” (2006) fue reclutado por el productor Saul Zaentz y Michael Douglas a mediados de los 70’s para llevar al cine una novela de Ken Kesey que había conocido un importante éxito en los escenarios de Broadway de la mano de Kirk Douglas. Al parecer el patriarca de los Douglas, que había representado al personaje de Patrick McMurphy y se había “enamorado” artísticamente del mismo, conoció al prometedor Milos Forman y le propuso dirigir una película con los derechos recién adquiridos de la novela allá por los años 60’s pero se produjo un problema con la aduana checa (eran tiempos difíciles en Europa) y el proyecto no se retomó hasta Michael Douglas se hizo con las riendas de la producción.
El proyecto era un caramelo para cualquier actor, por eso había comprado los derechos Kirk Douglas, pero ya era mayor para el personaje y Michael Douglas se tomó muy en serio el proceso de casting, ofreciendo el papel a los actores de más renombre del momento como Marlo Brando, Gene Hackman o Burt Reynolds, que rechazaron la oferta. Finalmente Jack Nicholson se hizo con el papel y consiguió lo que el propio Milos Forman calificó de “un milagro” con una interpretación soberbia, llena de vitalidad y fuerza, ideal para el personaje y que a la postre terminaría valiéndole el óscar a mejor actuación masculina.
La película fue un rotundo éxito de crítica y público y consiguió los cinco óscars más importantes, mejor película, mejor director, actor (Jack Nicholson), actriz (Luis Fletcher) y guión adaptado siendo además nominada al mejor montaje, mejor fotografía, mejor banda sonora y mejor actor de reparto (Brad Dourif). Aquel año venció a películas tan destacadas como el “Tiburón” de Steven Spielberg, el “Barry Lindon” de Stanley Kubrick, “Tarde de perros” de Sydney Lumet o “Dersu Uzala” de Akira Kurosawa.
Hoy en día está considerada una de las grandes películas de la historia del cine y posee un peculiar encanto que cualquiera descubrirá si no en un primer visionado sí en los sucesivos, porque está repleta de detalles, de interpretaciones fabulosas de las que se saca un poquito más cada vez que se ve, de grandes escenas y sobretodo de una importante carga de profundidad por lo que dice entre líneas. Si la véis y no os termina de atrapar (sería raro, pero podría ocurrir) mascadla con el paso de los días o dadle una nueva oportunidad pasado un tiempo y descubriréis el poderoso impacto y la huella que deja. En ese sentido no es una película fácil de asimilar, una aproximación superficial a ella puede dar la impresión de estar ante una historia de unos locos internados en un manicomio sin más, pero aunque el argumento sea ese, el calado argumental no es tan simple y por supuesto, ni la concepción ni los resultados son simples ni producto de la casualidad.
El argumento se centra en el personaje de Patrick McMurphy, un veterano de la guerra de Corea que, para librarse de los trabajos forzados de una granja prisión hace que le trasladen a un centro psiquiátrico supervisado por la estricta jefa de enfermeras, Mildred Ratched, donde se encuentra con una curiosísima troupe de enfermos sometidos a la disciplina del lugar (imponente reparto en el que descubrimos caras hoy muy reconocibles pero en 1975 aún desconocidas tal que Danny de Vito como Martini, Brad Douriff como Billy bibbit o Christopher Lloyd como Max Taber).
McMurphy no está loco, pero su comportamiento es, cuando menos peculiar (lo que da pie a Nicholson a componer un personaje que sólo él podría haber hecho) y rebelde ante lo establecido así que enseguida choca con la enfermera Ratched iniciando una particular guerra personal que va hilando las hebras del drama y a su vez permite que la película nos susurre ideas y pensamientos casi más interesantes que el propio argumento.
Al ver la película uno siempre se pregunta a qué se refiere el titulo. Concretamente es una rima que el Jefe indio Brondem (inolvidable personaje) recuerda de su abuela: "Uno voló hacia el este, uno voló hacia el oeste, y uno voló sobre el nido del cuco". McMurphy representa la lucha contra la represión, contra una rigidez excesiva, contra lo inquisitorial e impuesto que representa Ratched, una enfermera que en el fondo está movida por un impulso egoísta. La enfermera no quiere que los enfermos mejoren, que vivan, que se ilusionen, sólo quiere controlarlos, imponer su dominio y controlar la situación. Evidentemente este planteamiento es una alegoría sobre la vida en general, sobre los poderes dominantes y despóticos que alienan al individuo. Es una película que invita a cuestionar las normas porque el mero hecho de poder cuestionarlas es un derecho de todo individuo. La figura del jefe indio en concreto es especialmente reveladora y es revelador también el hecho de que sea un indio norteamericano, alguien vencido por las circunstancias, que vive en un mundo que no entiende y que le ha sometido y que acepta resignado hasta que McMurphy le abre los ojos: “¿qué hacemos aquí, jefe? ¿qué hacen dos tipos como nosotros en este puñetero lugar?”.
Sin destripar el final y los sucesos dramáticos que van sucediéndose en la película sólo decir que muchas escenas, a pesar de su dureza y su impacto emocional en el espectador son bellas a la postre porque revelan la especial relación que el personaje de McMurphy va ganando con el resto de “locos”. En concreto el final está cargado de un intenso poso melancólico y agridulce que nos deja literalmente noqueados.
En resumen, una película que hay que ver, que invita a pensar, que posee un reparto excepcional y está magníficamente resuelta tanto delante como detrás de las cámaras, con un fabuloso duelo interpretativo entre Jack Nicholson y Luis Fletcher en los mejores papeles de sus respectivas carreras, con escenas y momentos antológicos e inolvidables (no sé por qué siempre me ha resultado fabulosa la entrevista entre McMurphy y el director del centro, con una especial frescura) y una película que mejora con cada visionado y nunca se olvida.
¿Qué es la locura? ¿Quiénes son los locos? ¿Puede la sociedad dictar quién es loco o quién no y castigarle por ello? ¿Puede una autoridad reprimir el cuestionamiento de las normas a cualquier precio? ¿Es mejor un orden en represión o la libertad no reprimida?