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A partir de la novela "Vineland" (Thomas Pynchon, 1990) Paul Thomas Anderson construye un thriller político en clave de comedia negra gamberra en torno a una pareja de exrevolucionarios que describe con tino la polarización del mundo actual y se regodea en la sátira social. Personalmente no comparto la pleitesía casi unánime de la crítica ni por esta película ni por su director, por mucho que me parezca una buena película y Paul Thomas Anderson uno de los directores más destacados del panorama actual. Creo que el cine norteamericano se encuentra en una profunda crisis y títulos ágiles, con gancho y bien filmados como éste provocan exageradas olas de entusiasmo entre críticos malacostumbrados. En líneas generales es una película notable que sorprende, descoloca y de algún modo conmociona con su argumento; arranca a hachazos narrativos con los que se te quita el hipo de golpe; ofrece escenas con nervio y suspense como la persecución por la carretera que sólo un grande puede rodar y goza de numerosas bazas a su favor como por ejemplo ese soundtrack marca de la casa que te va afectando emocionalmente de manera imperceptible o un reparto que, por sí mismo, ya justifica el visionado (y no lo digo por Sean Penn, que aquí da vida a un personaje que es puro estereotipo y me chirría cosa mala). El pero es que no te la puedes tomar demasiado en serio, así que o aceptas la fórmula que propone o te quedas irremediablemente "en tierra" porque la coherencia interna se acerca mucho al despropósito. En mi caso no hay problema, me la tomé como un juego cabroncete y disfruté con ella aunque sea pura farsa (que creo que de eso se trataba), pero me temo que no todo el mundo sabrá valorarla de esa forma.

