Países: España, Francia y Bolivia.
Duración: 98 min.
Género: Western, drama.
Reparto: Sam Shepard (James Blackthorn), Eduardo Noriega (Eduardo Apocada), Stephen Rea (Mackinley), Magaly Solier (Yana), Nikolaj Coster-Waldau (James de joven), Padraic Delaney (Sundance), Dominique McElligott (Etta).
Guión: Miguel Barros.
Producción: Andrés Santana, Ibon Cormenzana, Jerôme Vidal y Paolo Agazzi.
Música: Lucio Godoy.
Fotografía: J.A. Ruiz Anchía.
Montaje: David Gallart.
Dirección artística: Juan Pedro de Gaspar.
Vestuario: Clara Bilbao.
Distribuidora: Alta Classics.
Estreno en España: 1 Julio 2011.
Hay varios motivos por los que “Blackthorn” resulta peculiar y sorprendente pero esencialmente todo se resume en que pocas veces un director español ha dirigido un western, menos a medio camino entre el cine de forajidos y el drama crepúscular y nunca ambientado en Bolivia y protagonizado por el personaje protagonista que no voy a decir cuál es aunque no tarde en intuirse una vez va avanzando el argumento. Le llamaré Blackthorn.
El responsable de esta anomalía en el cine español es Mateo Gil, amigo y colaborador de Alejandro Amenábar que irrumpió con él en el panorama hispano firmando el guión de “Tesis” (1996) y después estrenando “Nadie conoce a nadie” (1999), una película de suspense e intriga ambientada en la Semana Santa sevillana que pasó ligeramente desapercibida y que en su día me pareció muy lograda, máxime cuando no estábamos acostumbrados en el cine español a ese tipo de argumentos que hoy sí, ya se han hecho más habituales.
Tiene pues Mateo Gil un cierto pronto de expedicionario y explorador de terrenos inexplorados y de géneros pocos usuales por estas latitudes y sólo por ello ya tienen interés tantos sus guiones (muchos magníficos como los de “Tesis, “Abre los ojos”, “Mar adentro”, “El método” o “Ágora”) como sus dos películas hasta la fecha (una pena que no haga más).
“Blackthorn” tiene todas sus virtudes y seguramente el “defecto” de que no va a ser el western que podría esperar alguien a quien sólo le importe la acción (que también la hay aunque en pequeñas dosis, las justas para lo que pretende filmar el director). Más bien yo diría que se instala en el terreno del drama, centrándose en un protagonista que en el umbral mismo de la vejez busca colocar las últimas piezas de su vida en su sitio y dar un sentido a todo. No se me ocurre un actor mejor para representar todo eso que Sam Sephard y tampoco otro que haga mejor de su versión más joven que Nikolaj Coster-Waldau (si os suena es porque habéis tenido el acierto de ver la serie “Juego de Tronos”) así que para empezar el acierto de casting me parece incuestionable. También merodean por ahí el siempre eficaz Stephen Rea, la emergente Magaly Solier y un Eduardo Noriega con un personaje que le viene muy bien a su espléndida trayectoria.
La historia se instala de inicio en la montañas de Bolivia en 1927, pero a menudo va dando saltos hacia 1908 para contar un relato anterior que tiene relación con el presente y en ese ir y venir se acelera o se detiene con buenas escenas de acción y otras incluso mejores en las que se retrata a la perfección la sosegada calma que busca un Balckthorn ya de vuelta de todo que trata de ganarse un merecido reposo de vuelta a Estados Unidos.
A nivel de guión seguramente lo más interesante es el encuentro entre Blackthorn y Eduardo porque es el verdadero “enfrentamiento” de la película y viene a ser algo así como una lucha de Blackthorn contra sí mismo. En un momento en que los dos reposan juntos Blacktorn le dice: “A veces creo que sólo hay dos momentos en la vida de un hombre: uno es cuando se marcha de casa y el otro cuando vuelve a ella. Todo lo demás sólo es lo de en medio, así que estamos en el mismo camino pero vamos en direcciones opuestas” y así es, viene a ser como si Blackthorn se hubiera encontrado con su yo pasado y lo que vemos es seguramente lo que hubiera ocurrido si de verdad ambos se hubieran encontrado, en realidad un choque dramático de tono casi existencial y muy interesante. Apliquémoslo a nosotros mismos ¿Cómo actuaríamos siendo ya mayores con nosotros mismos siendo jóvenes?
Por lo demás un western que parece sacado por sus formas de aquel norteamericano de los años 70’s del siglo pasado (especialmente de Sam Peckinpah), que tiene en cambio todo el atractivo visual actual (magníficos paisajes llenos de contrastes, encuadre épico, interesante uso del zoom para aumentar la tensión narrativa) y que rezuma el aroma más verosímil y melancólico del cine de forajidos evadidos demostrándonos que ser uno de ellos tiene mucho de aventura y también todo de soledad. La historia de Blackthorn parece susurrarnos que a fin de cuentas lo importante no es el dinero, sino la libertad.
En definitiva, un western atípico que yo recomendaría y que es ideal para verse e una sesión doble precedido de “Dos hombres y un destino” (atención a ese final en ambas con una fotografía fija que no me parece algo casual sino un guiño de dirección). Las dos películas son un canto a la aventura y a la libertad, pero las dos poseen un poso terriblemente triste y melancólico.
MIS ESCENAS FAVORITAS ¡¡¡NO LEER, CONTIENE SPOILERS!!!!
- Blackthorn cabalgando rumbo a su destino por las montañas bolivianas mientras la cámara se aleja y se escucha música folk.
- La escena en la que se encuentran Blackthorn y Eduardo en la que utilizan toda su pillería para no quedar sin montura.
- Eduardo bebiendo bajo la reserva de agua junto al ferrocarril.
- Blackthorn cantando con su banjo mientras cabalgan.
- El inesperado ataque de la mineras en la casa de Blackthorn y los resultados del mismo.
- Eduardo cauterizando una herida en el pecho de Blackthorn con pólvora.
- Blackthorn curando el culo de Eduardo tras una jornada a caballo: “Tienes el culo blando como un contable”.
- Seguramente la parte más espectacular de la película es la persecución en el salar y esos momentos en que se persiguen lentamente unos a otros en estado de máxima fatiga.
- El momento en que el personaje de Stephen Rea, después de toda una vida persiguiendo a Blackthorn le abre los ojos a éste sobre sus compañías.
- El final es sorprendente, brutal en cierto modo e impactante, pero también lógico y coherente con lo que hemos estado viendo.
El responsable de esta anomalía en el cine español es Mateo Gil, amigo y colaborador de Alejandro Amenábar que irrumpió con él en el panorama hispano firmando el guión de “Tesis” (1996) y después estrenando “Nadie conoce a nadie” (1999), una película de suspense e intriga ambientada en la Semana Santa sevillana que pasó ligeramente desapercibida y que en su día me pareció muy lograda, máxime cuando no estábamos acostumbrados en el cine español a ese tipo de argumentos que hoy sí, ya se han hecho más habituales.
Tiene pues Mateo Gil un cierto pronto de expedicionario y explorador de terrenos inexplorados y de géneros pocos usuales por estas latitudes y sólo por ello ya tienen interés tantos sus guiones (muchos magníficos como los de “Tesis, “Abre los ojos”, “Mar adentro”, “El método” o “Ágora”) como sus dos películas hasta la fecha (una pena que no haga más).
“Blackthorn” tiene todas sus virtudes y seguramente el “defecto” de que no va a ser el western que podría esperar alguien a quien sólo le importe la acción (que también la hay aunque en pequeñas dosis, las justas para lo que pretende filmar el director). Más bien yo diría que se instala en el terreno del drama, centrándose en un protagonista que en el umbral mismo de la vejez busca colocar las últimas piezas de su vida en su sitio y dar un sentido a todo. No se me ocurre un actor mejor para representar todo eso que Sam Sephard y tampoco otro que haga mejor de su versión más joven que Nikolaj Coster-Waldau (si os suena es porque habéis tenido el acierto de ver la serie “Juego de Tronos”) así que para empezar el acierto de casting me parece incuestionable. También merodean por ahí el siempre eficaz Stephen Rea, la emergente Magaly Solier y un Eduardo Noriega con un personaje que le viene muy bien a su espléndida trayectoria.
La historia se instala de inicio en la montañas de Bolivia en 1927, pero a menudo va dando saltos hacia 1908 para contar un relato anterior que tiene relación con el presente y en ese ir y venir se acelera o se detiene con buenas escenas de acción y otras incluso mejores en las que se retrata a la perfección la sosegada calma que busca un Balckthorn ya de vuelta de todo que trata de ganarse un merecido reposo de vuelta a Estados Unidos.
A nivel de guión seguramente lo más interesante es el encuentro entre Blackthorn y Eduardo porque es el verdadero “enfrentamiento” de la película y viene a ser algo así como una lucha de Blackthorn contra sí mismo. En un momento en que los dos reposan juntos Blacktorn le dice: “A veces creo que sólo hay dos momentos en la vida de un hombre: uno es cuando se marcha de casa y el otro cuando vuelve a ella. Todo lo demás sólo es lo de en medio, así que estamos en el mismo camino pero vamos en direcciones opuestas” y así es, viene a ser como si Blackthorn se hubiera encontrado con su yo pasado y lo que vemos es seguramente lo que hubiera ocurrido si de verdad ambos se hubieran encontrado, en realidad un choque dramático de tono casi existencial y muy interesante. Apliquémoslo a nosotros mismos ¿Cómo actuaríamos siendo ya mayores con nosotros mismos siendo jóvenes?
Por lo demás un western que parece sacado por sus formas de aquel norteamericano de los años 70’s del siglo pasado (especialmente de Sam Peckinpah), que tiene en cambio todo el atractivo visual actual (magníficos paisajes llenos de contrastes, encuadre épico, interesante uso del zoom para aumentar la tensión narrativa) y que rezuma el aroma más verosímil y melancólico del cine de forajidos evadidos demostrándonos que ser uno de ellos tiene mucho de aventura y también todo de soledad. La historia de Blackthorn parece susurrarnos que a fin de cuentas lo importante no es el dinero, sino la libertad.
En definitiva, un western atípico que yo recomendaría y que es ideal para verse e una sesión doble precedido de “Dos hombres y un destino” (atención a ese final en ambas con una fotografía fija que no me parece algo casual sino un guiño de dirección). Las dos películas son un canto a la aventura y a la libertad, pero las dos poseen un poso terriblemente triste y melancólico.
MIS ESCENAS FAVORITAS ¡¡¡NO LEER, CONTIENE SPOILERS!!!!
- Blackthorn cabalgando rumbo a su destino por las montañas bolivianas mientras la cámara se aleja y se escucha música folk.
- La escena en la que se encuentran Blackthorn y Eduardo en la que utilizan toda su pillería para no quedar sin montura.
- Eduardo bebiendo bajo la reserva de agua junto al ferrocarril.
- Blackthorn cantando con su banjo mientras cabalgan.
- El inesperado ataque de la mineras en la casa de Blackthorn y los resultados del mismo.
- Eduardo cauterizando una herida en el pecho de Blackthorn con pólvora.
- Blackthorn curando el culo de Eduardo tras una jornada a caballo: “Tienes el culo blando como un contable”.
- Seguramente la parte más espectacular de la película es la persecución en el salar y esos momentos en que se persiguen lentamente unos a otros en estado de máxima fatiga.
- El momento en que el personaje de Stephen Rea, después de toda una vida persiguiendo a Blackthorn le abre los ojos a éste sobre sus compañías.
- El final es sorprendente, brutal en cierto modo e impactante, pero también lógico y coherente con lo que hemos estado viendo.
LA CRÍTICA DE CARLOS BOYERO Aquí