sábado, 21 de julio de 2018

"No eran imprescindibles" (John Ford, 1945)


Después de filmar documentales durante la 2ª guerra mundial John Ford recibió el encargó de rodar esta película, la única que hizo sobre la contienda, un homenaje a los soldados desconocidos, esos que simplemente cumplieron con su obligación porque era lo que tocaba, aquellos que murieron y se dejaron la piel sin esperar nada a cambio y con el único propósito de servir a los suyos y ayudar a los que luchaban a su lado. La acción se sitúa en Filipinas en torno a una división de lanchas torpederas a lo largo de las primeras derrotas de EEUU en el Pacífico contra los japoneses y a parte de narrar sus idas y venidas logra hacer una descripción fantástica del microcosmos humano, hombres nobles, leales, buenos compañeros, soldados que luchan con  la resignación de cumplir con su deber. Nadie ha descrito esos grupos humanos mejor que John Ford y ver la película es pura delicia.

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Título original: They Were Expendable
Género: Drama, bélica, aventuras
Duración: 135 min
Actores: Robert Montgomery John Wayne Donna Reed Jack Holt Ward Bond Marshall Thompson Paul Langton Leon Ames Arthur Walsh Donald Curtis
País: Estados Unidos
Guionista: William L. White Frank Wead
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) Loew's














No hay nadie en la historia del cine que recree microcosmos (especialmente masculinos) y que te meta en un contexto enganchándote a él de la manera que lo hacía John Ford. En esta ocasión su cámara viaja hasta Filipinas en plena segunda guerra mundial y se centra en un grupo de militares que patrullan por el río con sus lanchas, justo en el momento en que los japoneses (por cierto, no se llega a ver ninguno) atacaron por sorpresa Pearl Harbour y comenzaron a hacer una batida victoriosa apoderándose de islas y obligando a los estadounidenses a batirse en retirada.

En el Pacífico (y lo hubiera sido en cualquier otro lugar) los altos mandos fueron los primeros en ser evacuados a Australia o Nueva Zelanda, mientras muchos militares quedaron  a la espera de refuerzos en sus puestos sabiendo que no podían esperar objetivamente otra cosa que un irremediable enfrentamiento contra un enemigo que presumiblemente iba a llegar antes que la ayuda. Esta película habla de ellos, de los que no eran imprescindibles, de los que aguantaron en las islas del  Pacífico asumiendo su deber,  de los soldados que iban a ser  carne de cañón y lo asumieron con responsabilidad, resignación y la cabeza alta. Es un tributo en toda regla al soldado anónimo, a aquel que nunca recibe medallas ni reconocimientos pero que se juega la vida o la pierde porque lo da todo por los suyos.


Parece increíble, pero fue la única película que Ford hizo sobre la segunda guerra mundial, un momento histórico que conocía muy bien porque se dedicó a filmar numerosos documentales de encargo y no la hizo de motu proprio sino también por dictado de la productora, a partir del libro de William L. White publicado en 1942.  El relato no se centra en grandes batallas ni en sucesos especialmente relevantes del conflicto, simplemente pone el foco en un grupo de hombres y en su trabajo para luchar y subsistir con sus lanchas torpederas. La narración avanza con elipsis centrándose únicamente en los momentos importantes en la lucha de estos soldados y de ese modo da cuenta de esa intrahistoria de la que hablaba Unamuno, que no sale en los libros de historia ni en los medios pero que va determinando la sucesión de los acontecimientos en un hecho histórico.


Curiosamente y pese a ser de encargo no es una película propagandística al uso, en realidad habla de una derrota y una evacuación, habla de hombres resignados a su suerte, de sus relaciones y sus esfuerzos conjuntos. Es una manera de subrayar su sacrificio. Ford no los define como héroes el uso, no estamos ante una película de acción y aventuras ni ante un bélico de grandes hazañas; pero lo son, sus acciones, su nobleza , su compañerismo, su lealtad y su obstinación por actuar correctamente en base a sus principios sí los convierte en héroes. Es inevitable, te terminas enganchando a los personajes porque están tan bien tratados y desarrollados que por sí mismos mejoran la propia historia que te cuentan y, como en todos los títulos de Ford, hay momentos para el humor, el drama, el romanticismo, la acción y la intimidad, como en la vida. 


A la película se entra lentamente, como a todas las de Ford, poco a poco se va conociendo a los miembros de la división, todos importantes, todos bien definidos, en cualquier caso destacan dos el teniente Rusty Ryan (John Wayne) y el teniente John Brickley (Robert Montgomery). Son los únicos a los que se observa en primeros planos (junto a Donna Reed) y a través de ellos se introducen subtramas que enriquecen el relato, una romántica y otra centrada en lo complejo que es dirigir a un grupo humano en un ambiente hostil y una situación límite, es más, en un sistema militar, en el que las órdenes que vienen de arriba a veces exigen sacrificios difíciles de comprender.

No se trata de una de las películas más famosas de John Ford, de hecho suele pasar de puntillas en su filmografía, se le cita poco, y en cambio por lo que a mí respecta es una de mis favoritas (tampoco es decir mucho en una filmografía de más de 140 películas en las que destacaría  como poco más de treinta como extraordinarias).  Posee “algo” que hace que tras su visionado adviertas que has visto algo especial, deja “poso”, reverbera en tu mente y permanece en tu recuerdo, quizás porque exhala una cierta melancolía, quizás porque retrata tan bien a sus personajes que se convierten en próximos a tí, quizás porque juega con conceptos y principios nobles y en cierto modo idealistas que a todos nos gustaría que rigieran nuestras vidas….El caso es que es una película un tanto olvidaba que merece mucho la pena ver.