miércoles, 9 de julio de 2008

"Doctor en Alaska"















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Título original Northern Exposure
Género: Comedia costumbrista
Nº episodios 110 (6 temporadas)
Duración por episodio 44 minutos
Producción CBS y Universal Studios
País EE. UU.
Creado por Joshua Brand y John Falsey
Producción ejecutiva Diane Frolov y Andrew Schneider
Reparto Rob Morrow, Janine Turner, Barry Corbin, John Corbett, Darren E. Burrows, John Cullum, Doug Ballard, Richard Cumming Jr.
Música: David Schwartz

Había una vez un tiempo en que las cadenas de televisión (algunas como Antena 3 o Tele 5) no contraprogramaban aún y las series no faltaban a su cita en horario habitual. En concreto hablo de 1993 y a los programadores de TVE se les ocurrió que el mejor horario para una serie como “Doctor en Alaska” era en torno a la medianoche de los viernes, un horario “difícil” pero si uno lo piensa a fondo apropiado y perfecto para que esta serie se convirtiera en lo que nos gusta que sea, una serie “de culto”.

Debo reconocer que yo jamás me enganché a ese horario porque por entonces tenía otras prioridades pero mi primo (que no paraba de recomendármela) o mi madre sí lo hicieron y cada viernes en torno a las doce sonaba esa musiquilla casi hipnótica que abre cada capítulo. En mi familia fueron ellos los seguidores fieles a la cita con Cicely y supongo que en muchas familias pasó lo mismo porque la serie creó una legión de fans.


Con posterioridad la serie se emitió casi siempre en los veranos y siempre terminaba cancelada con la llegada del nuevo curso laboral. En ese momento es cuando yo me enganché y me convertí en seguidor apasionado, tanto que grababa los episodios y los veía en las cálidas noches de verano. No sé por qué pero siempre he pensado que esta serie ha de verse o en la sobremesa o por la noche, quizás porque entonces todo parece más recogido o está más en calma y porque uno desarrolla una cierta relación de intimidad con esta serie y lo que gusta es disfrutarla casi en privado, prestando la máxima atención a cada diálogo y disfrutando en toda su intensidad todo lo que acontece. Los programadores de TVE seguramente pensaron en su día en audiencias, pero lo cierto es que atinaron con el horario perfecto para “Doctor en Alaska” porque así se convirtió en lo que debía ser, una serie de culto, aunque sus seguidores crezcan conforme pasa el tiempo y logramos contagiar nuestro entusiasmo por ella.

Recuerdo que en las reposiciones era fácil ver las tres primeras temporadas, pero ya no tanto el resto y para verlas con toda la calidad precisa la única manera es el DVD. Al menos ya han sacado a la venta las dos primeras temporadas y acaba de salir a la venta la tercera, así que el proyecto parece ser posible. Como muchos no habréis visto la tercera me gustaría simplemente recordar las dos primeras temporadas.


La acción comienza cuando el joven doctor Joel Fleischman tiene que abandonar a su novia y su Nueva York para ir a trabajar a Alaska, ya que el estado ha financiado sus estudios a cambio de que ejerza los cuatro primeros años de profesión en el lugar que le asigne y éste no es otro que Cicely.

Como ocurre con muchas series con las que se arriesga desde producción, las dos primeras temporadas de “Doctor en Alaska” constaban de ocho y siete capítulos respectivamente y ya con el éxito de la misma en Estados Unidos, la CBS decidió producir 23 episodios para la tercera temporada y se llegaron a hacer seis temporadas.
Lo que más sorprende de “Doctor en Alaska” es que la inquietud por los personajes por temas trascendentales convierte a Cicely en un paraíso perdido, un lugar donde vivir es una experiencia irrepetible gracias al contacto con la naturaleza y las preocupaciones de los personajes que pueblan el lugar por más que Fleischman no sepa verlo (que nosotros sí lo hacemos como espectadores). La serie adquiere así un cierto tono “existencialista” y no sólo se disfruta por los argumentos, por los tiras y aflojas del día a día de Fleischman con el lugar o amorosos con Maggie O’Connell sino también por lo que te hace reflexionar y por la atmósfera envolvente que se consigue y en la que mucha culpa tienen los monólogos a la luz de la luna de Chris Stevens desde su puesto radiofónico de la K-Bhr.

En apenas quince episodios la primera y segundas temporadas te terminan enganchando con momentos maravillosos y divertidos como los relativos a la llegada de Fleischman y su descoloque inicial, la maldición que o’Connel parece tener con sus parejas, el encuentro de Chris con su “hermano” Bernard; pero yo pienso que es a lo largo de los veintitrés capítulos de la tercera temporada cuando uno definitivamente se convierte en lugareño de Cicely.

Una serie antológica