miércoles, 6 de enero de 2010

“Man on wire” (James Marsh, 2008)


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Países: Reino Unido y USA.
Duración: 94 min.
Género: Documental.
Intervenciones: Philippe Petit, Jean-Louis Blondeau, Annie Allix, Jim Moore, Mark Lewis, Jean-François Heckel, Barry Greenhouse, David Foreman, Alan Welner.
Guión: James Marsh; basado en el libro "To reach the clouds" de Philippe Petit.
Producción: Simon Chinn.
Música: Michael Nyman y J. Ralph.
Fotografía: Igor Martinovic.
Montaje: Jinx Godfrey.
Diseño de producción: Sharon Lomofsky.
Estreno en Reino Unido: 1 Agosto 2008.
Estreno en España: 17 Abril 2009.

En estos días de comienzo de año en que vamos haciendo balance de lo que hemos visto durante el año anterior me propuse recuperar uno de los títulos de los que más y mejor había oído hablar y que ,en realidad, no es del 2009 aunque sí haya sido cuando se ha estrenado, sino del 2008.
Se trata de un documental sobre un funambulista que en 1974 se propuso realizar una hazaña sorprendente, caminar entre las torres gemelas en el World Trade center.

Seguramente leer las dos líneas anteriores activan el mismo mecanismo por el que a mí mismo me ha costado ver esta ¿película? (y lo pongo entre interrogantes porque es un documental largo que tiene su propio argumento, su propio hilo narrativo y su propio crescendo emocional). Seamos sinceros, no estamos acostumbrados a los documentales o no lo hemos estado hasta ahora que parece que hay una tendencia tanto en el cine como en la televisión por acercarnos a este tipo de documento tan válido o más como entretenimiento o arte como el propio cine de ficción.

Durante mucho tiempo los documentales y cortometrajes han sido algo así como un producto de segunda fila, denostados e incluso despreciados por todos pero gracias a las nuevas tendencias del cine, que buscan acercarse más a la realidad tratando así de intensificar el efecto dramático de los argumentos y gracias a títulos muy concretos la tendencia ha ido variando. En los últimos años recuerdo varios documentales francamente buenos que os recomiendo efusivamente si no habéis visto. Michael Moore tuvo mucha “culpa” de la recuperación del documental gracias a sus magníficos “Bowling for columbine” (2002) y “Fahrenheit 9/11” (2004) y ha habido en los últimos años varias maravillas como “El viaje del emperador” (2005), “When we were kings” (1996), “Nómadas del viento” (2001), “La pesadilla de Darwin” (2004), “Tierra” (2007), “Una verdad incómoda” (2006) y, sobretodo y a modo de recomendación personal y ahora que está tan de moda “Desafío extremo” esa maravilla que es “Tocando el vacío” (2003).

En la televisión el éxito de la llamada “telearrealidad” ha hecho posible programas como “Desafío extremo” del divertidísimo Jesús Calleja, de quien me declaro fan absoluto y además ha permitido que a mucha gente le haya entrado el gusanillo por recuperar otro tipo de documentales más serios y de tono más científico como “Al filo de lo imposible” o “Cosmos”. Por su puesto hay muchos más.

El caso es que aunque estamos mejor preparados para “enfrentarnos” a un documental, aún es complicado recomendar uno y que no salte ese resorte de incredulidad y desconfianza del que hablaba al principio. Uno siempre termina poniendo la recomendación al final de la lista de lo que quiere ver: “Ah, es un documental, sí bueno, ya lo veré”. Pues bien, si hay uno que merezca la pena, que no hay que dejar de lado y que, además, no defraudará ese es “Man on wire”.

Muchos críticos lo consideran la mejor película del 2008 (ya digo, en los cines españoles se estrenó en 2009 pero es del año anterior) y tiene a su favor el óscar a mejor documental largo del año pasado y el hecho de ofrecer una exposición del “argumento” que es entretenida, que tiene tensión y un cierto suspense y que consigue emocionar, que a fin de cuentas es lo que convierte un documento filmado en algo que convertimos en personal y propio.

Si uno salva la reticencia inicial, si se planta frente a una pantalla a verlo y ve los primeros minutos está irremisiblemente enganchado. Comienza como si de un atraco a un banco se tratara y entras de lleno en una suerte de suspense que acompaña a la narración de principio a fin. En ese sentido el trabajo de dirección es fabuloso porque utiliza todos los recursos fílmicos para engancharte y no dejarte ir: un ritmo narrativo que no decae en ningún momento y que logra que los noventa minutos se te pasen en un suspiro; un suspense que hace que quieras saber más y más sobre el desenlace; acerca a los personajes al espectador al compartir sus inquietudes a cámara; sorprende con sus imágenes fijas, de archivo o recreadas para la ocasión; envuelve con la música de Michael Nyman o con los temas añadidos, que son ideales para crear una atmósfera que es de ilusión, de autorrealización y de una cierta ensoñación.

Hay algo en este documental que lo hace muy especial. Explora la realización de un sueño desde su gestación hasta su realización (magnífico el momento en que Philippe Petit decide lo que un día quiere hacer), trasmite que los sueños son posibles y nos permite asistir al proceso en que varias personas luchan para lograr el sueño de uno de ellos. En la historia laten la ilusión, la esperanza, el afán de lucha, la autosuperación, el compañerismo, la amistad y en definitiva la pasión por algo tan efímero y tan aparentemente intrascendente como andar por encima de un alambre, pero en cambio, como espectador ajeno a esa pasión lo llegas a comprender, llegas a entender por qué es tan emocionante y tan importante para Phillipe. No es nada fácil conseguir eso, no es nada fácil explicar la pasión por un arte y como se dice en el documental no hay porqués, los protagonistas de esta historia no están locos, son artistas y da igual que haya un mundo bajo el alambre de esta aventura que no lo entienda porque el arte nada tiene que ver con ese mundo real que sólo se plantea porqués y razones lógicas ya que el arte tiene mucho de exploración, de descubrimiento, de desafío a lo establecido.

Las últimas frases de este documental a mí me emocionan y mucho más tras verlo: “Para mí es bien sencillo, la vida debería vivirse al límite, hay que rebelarse, no someterse nunca a las normas, rebelarse al mérito propio, no repetirse a sí mismo, ver cada día, cada año, cada idea como un reto y entonces uno logrará vivir la vida en la cuerda floja”.
No lo dudéis, tenéis que verla, dadle una oportunidad, asistid también al “Crimen artístico del siglo XX” y disfrutarlo como los que ya la hemos visto.