Título original: Scott Pilgrim vs. the world.
Países: USA.
Duración: 112 min.
Género: Acción, comedia, fantástico.
Interpretación: Michael Cera (Scott Pilgrim), Mary Elizabeth Winstead (Ramona), Kieran Culkin (Wallace), Chris Evans (Lucas Lee), Anna Kendrick (Stacey), Brie Larson (Envy), Ellen Wong (Knives Chau), Alison Pill (Kim Pine), Aubrey Plaza (Julie), Brandon Routh (Todd), Johnny Simmons (Young Neil), Mark Webber (Stephen), Mae Whitman (Roxy), Jason Schwartzman (Gideon).
Guión: Michael Bacall y Edgar Wright; basado en las novelas gráficas de Bryan Lee O’Malley.
Producción: Marc Platt, Eric Gitter, Edgar Wright y Nira Park.
Música: Nigel Godrich.
Fotografía: Bill Pope.
Montaje: Jonathan Amos y Paul Machliss.
Diseño de producción: Marcus Rowland.
Vestuario: Laura Jean Shannon.
Distribuidora: Universal Pictures International Spain.
Estreno en USA: 13 Agosto 2010.
Estreno en España: 12 Noviembre 2010.
Esta película me ha hecho pensar en lo mucho que ha cambiado todo desde que era un tierno adolescente. Hace no tanto y me refiero simplemente a unos años, que te llamaran “frikie” era el peor insulto que podían soltarte sobretodo porque cuando te salían los primeros granos, te dejaban en casa hacer tu vida e ibas al instituto molaba más ser de los macarrillas, los fiesteros, los outsiders o de cualquier grupúsculo, formación, equipo o colectivo que se formara antes que quedar como el apestado, el bicho raro y solitario, que a menudo era un ser recluido en su ordenador personal, enfrascado en lecturas diversas (generalmente cómics “raros” tipo manga) y abocado a su vida interior. Vamos, que ser “frikie” era poco menos que una maldición.
Hoy es todo lo contrario, parece como si cuanto más peculiar eres y más gustos propios tienes más puntos ganas. El universo frikie se ha extendido, el siglo XXI acepta con normalidad e incluso curiosidad a los cómics, el fantástico, los superhéroes, el manga y la cultura del ocio tiene una legión de seguidores y ha ganado tantos adeptos que es rentable como nunca lo fue vender lo que antes era sólo para unos pocos.
El cine no es ajeno a todo esto. Está claro que ahora el espectador mayoritario en las salas es gente joven, por eso los grandes estudios hacen tantas películas de acción y de superhéroes, a ver si vamos a pensar que es por otra cosa. Y en este orden de cosas han empezado a multiplicarse películas de lo más variopinto que basadas en cómics van mutando géneros y estilo audiovisual. Así a bote pronto en los últimos años recuerdo películas basadas en superhéroes tan peculiares como “Hancock”, “My super exgirlfriend”, “Sky high” o la reciente “Kick ass” que son vueltas de tuerca con cierto tono de comedia o un toque indie que hubieran sido impensables si antes no hubieran triunfado los “Spiderman”, “X men”, “Batman”, etc, etc Reconozcamos que desde el “Batman” de Tim Burton en 1989 el cine de superhéroes ha sido un auténtico aluvión cinematográfico.
El cine protagonizado por jóvenes y adolescentes ha tenido también un importante boom en los últimos años gracias a la comedia y muchas veces ha surgido de proyectos independientes o semi-independientes como “American pie”, “Superfumados”, “Supersalidos” y otras tantas como la más compacta y lograda “Juno”. Ya seas un gran estudio o un director con poco dinero, te interesa que tu protagonista sea alguien joven, primero porque la juventud es sinónimo de búsqueda de la autoindentidad y eso ofrece muchas posibilidades argumentales y también porque si el público mayoritario que acude al cine es gente joven es más fácil que se identifiquen con el protagonista si también lo es. De cajón.
El caso es que si aceptamos lo anteriormente dicho la suma ofrecía un resultado que sólo era cuestión de tiempo que alguien entendiera como rentable: Lo frikie + superhéroes + comedia juvenil + estética de video juego y cómic + festival de efectos visuales y sonoros + un toque punk e indie = “Scott Pilgrim”.
“Scott Pilgrim contra el mundo” se basa en una novela gráfica que escribió el historietista canadiense Bryan Lee O’Malley desde 2004 a 2010 y cuenta la historia de un veinteañero de Toronto que es la quintaesencia del frikie: toca en un grupo de rock alternativo, mantiene gustos y actitudes más propias de un quinceañero, sale con su novia china de 17 años, Knives Chau para ir a jugar a videojuegos (en “Días de cine” compararon esta película con la española “La máquina de bailar” por ello) y sueña con una misteriosa chica estadounidense llamada Ramona Flowers a la que podrá conquistar si vence a sus siete malvados exnovios. Reconozcamos que esta película tiene un público muy concreto.
Estoy insistiendo mucho en que el protagonista es un “frikie” y que es una película “frikie” y para “fikies”, pero también quiero aclarar que el calificativo nos vale para entendernos y que en ningún sentido está usado con un sentido negativo como se hacía antaño. De hecho considero que sólo es una característica de la película, pero que esta característica no implica que no pueda gustar a quien tiene otros gustos, otros intereses u otra edad, máxime cuando está para mi gusto bastante lograda y resuelta.
En todo género cinematográfico hay películas buenas y malas, divertidas y aburridas, trabajadas o resueltas de un plumazo. En esta ocasión creo que estamos ante una buena película de este peculiar género y, de acuerdo, gustará más a un sector del público que a otro, pero más que porque esté bien o mal construida porque su argumento pueda o no resultar de interés. En mi caso digamos que me entretuvo, que es bastante.
Dirige Edward Wright, al que muchos recordaréis por esa magnífica comedia de terror que es “Shaun of the dead” (en España “Zombies party”) y de nuevo demuestra una gran habilidad para aprovechar al máximo todos los recursos cinematográficos a su alcance para conseguir una película “fresca”, dinámica, divertida y diferente.
Ante todo esta película es un gran cocktail argumental y estilístico en el que el director juguetea con los recursos audiovisuales que tiene a mano con el fin de lograr el máximo dinamismo y originalidad en todo momento, quizás porque el argumento en sí, admitámoslo, es un poco lo de siempre y realmente lo que cambia es cómo se cuenta. No se reprime en ningún momento en el uso de efectos visuales para acelerar la narración o detenerla con el fin de resaltar situaciones concretas, las escenas van cambiando a toda mecha saltando en segundos de escenarios o personajes, las transiciones entre unas y otras muchas veces se hacen sin romper la continuidad del diálogo pero sí llevando a los personajes a otro lugar, el montaje se acelera o ralentiza y se usan recursos más propios del cómic como el de enfatizar gráficamente los sonidos y onomatopeyas o dividir la pantalla en secciones...La sensación que tienes como espectador es la de ir avanzando por el argumento como en una montaña rusa en la que de pronto caes en picado para volver a subir más despacio a continuación aunque solo por unos breves segundos de respiro. Es una forma de dar dinamismo a la película y adecuarla a una nueva forma de percibir el mundo, los tiempos han cambiado y la información auditiva y visual nos llega a borbotones por los sentidos.
El cocktail mencionado también se produce en lo argumental y conceptual porque comedia, acción, sensibilidad indie, música alternativa, el mundo del cómic y del videojuego se fusionan en una historia que en el fondo encierra una moraleja interesante y es que para “ganar” no sólo importa saber “jugar” bien, sino saber cómo hacerlo y entender en qué consiste “ganar” realmente, lo cual es a menudo lo más complicado de explicar y de asimilar.
Como casi siempre lo que funciona es que la historia y los personajes tienen “alma” (muy bien elegidos los protagonistas, sobretodo ese Michael Cera más conocido como “piernas bonitas” en esa gran comedia que era “Juno”, ese sorprendente Kieran Culkin, sí, el hermano pequeño de Macaulay o la prometedora Mary Elizabeth Winstead ) y que no sólo es un jugueteo audiovisual sino que resulta inesperada, imprevisible y divertida.
No hay que dejarse engañar, puede ir dirigida para un público muy concreto, eso es cierto y seguramente no interese al resto, pero eso no la hace menos interesante, conseguida y deslumbrante.
MIS ESCENAS FAVORITAS:
- Scott y Knives jugando al videojuego de lucha como si estuvieran bailando.
- Scott escapando por su ventana cuando acude a buscarle Knives.
- La barra de “pee” cuando Scott Pilgrim va al baño.
- La banda de Scott Pilgrim tocando cuando la batería “se pone las pilas” y se escucha “We Are Sex Bob-Omb”.
- En la pelea final hay dos grandes frases que sueltan de sopetón: “Me has hecho tragarme el chicle, lo tendré en la tripa siete años” y los avisos de “Chungo”, “Chungo” cuando el malo maloso de turno pega a la chica.
Hoy es todo lo contrario, parece como si cuanto más peculiar eres y más gustos propios tienes más puntos ganas. El universo frikie se ha extendido, el siglo XXI acepta con normalidad e incluso curiosidad a los cómics, el fantástico, los superhéroes, el manga y la cultura del ocio tiene una legión de seguidores y ha ganado tantos adeptos que es rentable como nunca lo fue vender lo que antes era sólo para unos pocos.
El cine no es ajeno a todo esto. Está claro que ahora el espectador mayoritario en las salas es gente joven, por eso los grandes estudios hacen tantas películas de acción y de superhéroes, a ver si vamos a pensar que es por otra cosa. Y en este orden de cosas han empezado a multiplicarse películas de lo más variopinto que basadas en cómics van mutando géneros y estilo audiovisual. Así a bote pronto en los últimos años recuerdo películas basadas en superhéroes tan peculiares como “Hancock”, “My super exgirlfriend”, “Sky high” o la reciente “Kick ass” que son vueltas de tuerca con cierto tono de comedia o un toque indie que hubieran sido impensables si antes no hubieran triunfado los “Spiderman”, “X men”, “Batman”, etc, etc Reconozcamos que desde el “Batman” de Tim Burton en 1989 el cine de superhéroes ha sido un auténtico aluvión cinematográfico.
El cine protagonizado por jóvenes y adolescentes ha tenido también un importante boom en los últimos años gracias a la comedia y muchas veces ha surgido de proyectos independientes o semi-independientes como “American pie”, “Superfumados”, “Supersalidos” y otras tantas como la más compacta y lograda “Juno”. Ya seas un gran estudio o un director con poco dinero, te interesa que tu protagonista sea alguien joven, primero porque la juventud es sinónimo de búsqueda de la autoindentidad y eso ofrece muchas posibilidades argumentales y también porque si el público mayoritario que acude al cine es gente joven es más fácil que se identifiquen con el protagonista si también lo es. De cajón.
El caso es que si aceptamos lo anteriormente dicho la suma ofrecía un resultado que sólo era cuestión de tiempo que alguien entendiera como rentable: Lo frikie + superhéroes + comedia juvenil + estética de video juego y cómic + festival de efectos visuales y sonoros + un toque punk e indie = “Scott Pilgrim”.
“Scott Pilgrim contra el mundo” se basa en una novela gráfica que escribió el historietista canadiense Bryan Lee O’Malley desde 2004 a 2010 y cuenta la historia de un veinteañero de Toronto que es la quintaesencia del frikie: toca en un grupo de rock alternativo, mantiene gustos y actitudes más propias de un quinceañero, sale con su novia china de 17 años, Knives Chau para ir a jugar a videojuegos (en “Días de cine” compararon esta película con la española “La máquina de bailar” por ello) y sueña con una misteriosa chica estadounidense llamada Ramona Flowers a la que podrá conquistar si vence a sus siete malvados exnovios. Reconozcamos que esta película tiene un público muy concreto.
Estoy insistiendo mucho en que el protagonista es un “frikie” y que es una película “frikie” y para “fikies”, pero también quiero aclarar que el calificativo nos vale para entendernos y que en ningún sentido está usado con un sentido negativo como se hacía antaño. De hecho considero que sólo es una característica de la película, pero que esta característica no implica que no pueda gustar a quien tiene otros gustos, otros intereses u otra edad, máxime cuando está para mi gusto bastante lograda y resuelta.
En todo género cinematográfico hay películas buenas y malas, divertidas y aburridas, trabajadas o resueltas de un plumazo. En esta ocasión creo que estamos ante una buena película de este peculiar género y, de acuerdo, gustará más a un sector del público que a otro, pero más que porque esté bien o mal construida porque su argumento pueda o no resultar de interés. En mi caso digamos que me entretuvo, que es bastante.
Dirige Edward Wright, al que muchos recordaréis por esa magnífica comedia de terror que es “Shaun of the dead” (en España “Zombies party”) y de nuevo demuestra una gran habilidad para aprovechar al máximo todos los recursos cinematográficos a su alcance para conseguir una película “fresca”, dinámica, divertida y diferente.
Ante todo esta película es un gran cocktail argumental y estilístico en el que el director juguetea con los recursos audiovisuales que tiene a mano con el fin de lograr el máximo dinamismo y originalidad en todo momento, quizás porque el argumento en sí, admitámoslo, es un poco lo de siempre y realmente lo que cambia es cómo se cuenta. No se reprime en ningún momento en el uso de efectos visuales para acelerar la narración o detenerla con el fin de resaltar situaciones concretas, las escenas van cambiando a toda mecha saltando en segundos de escenarios o personajes, las transiciones entre unas y otras muchas veces se hacen sin romper la continuidad del diálogo pero sí llevando a los personajes a otro lugar, el montaje se acelera o ralentiza y se usan recursos más propios del cómic como el de enfatizar gráficamente los sonidos y onomatopeyas o dividir la pantalla en secciones...La sensación que tienes como espectador es la de ir avanzando por el argumento como en una montaña rusa en la que de pronto caes en picado para volver a subir más despacio a continuación aunque solo por unos breves segundos de respiro. Es una forma de dar dinamismo a la película y adecuarla a una nueva forma de percibir el mundo, los tiempos han cambiado y la información auditiva y visual nos llega a borbotones por los sentidos.
El cocktail mencionado también se produce en lo argumental y conceptual porque comedia, acción, sensibilidad indie, música alternativa, el mundo del cómic y del videojuego se fusionan en una historia que en el fondo encierra una moraleja interesante y es que para “ganar” no sólo importa saber “jugar” bien, sino saber cómo hacerlo y entender en qué consiste “ganar” realmente, lo cual es a menudo lo más complicado de explicar y de asimilar.
Como casi siempre lo que funciona es que la historia y los personajes tienen “alma” (muy bien elegidos los protagonistas, sobretodo ese Michael Cera más conocido como “piernas bonitas” en esa gran comedia que era “Juno”, ese sorprendente Kieran Culkin, sí, el hermano pequeño de Macaulay o la prometedora Mary Elizabeth Winstead ) y que no sólo es un jugueteo audiovisual sino que resulta inesperada, imprevisible y divertida.
No hay que dejarse engañar, puede ir dirigida para un público muy concreto, eso es cierto y seguramente no interese al resto, pero eso no la hace menos interesante, conseguida y deslumbrante.
MIS ESCENAS FAVORITAS:
- Scott y Knives jugando al videojuego de lucha como si estuvieran bailando.
- Scott escapando por su ventana cuando acude a buscarle Knives.
- La barra de “pee” cuando Scott Pilgrim va al baño.
- La banda de Scott Pilgrim tocando cuando la batería “se pone las pilas” y se escucha “We Are Sex Bob-Omb”.
- En la pelea final hay dos grandes frases que sueltan de sopetón: “Me has hecho tragarme el chicle, lo tendré en la tripa siete años” y los avisos de “Chungo”, “Chungo” cuando el malo maloso de turno pega a la chica.