Viéndola parece una mera sucesión de escenas cotidianas a lo largo de la infancia de un chaval y, es cierto, se alarga un poco. Sin embargo y quizás por haberse rodado a lo largo de 12 años encierra verdad, emoción contenida y un intenso poso de melancolía vital.
Guión: Richard Linklater.
País: EEUU.
Duración: 165 min.
Género: Drama, costumbrista.
Reparto: Patricia Arquette (Olivia), Ellar Coltrane (Mason), Lorelei Linklater (Samantha), Ethan Hawke (padre).
Producción: Richard Linklater y Cathleen Sutherland.
Fotografía: Lee Daniels y Shane Kelly.
Montaje: Sandra Adair.
Diseño de producción: Rodney Becker.
Vestuario: Kari Perkins.
Distribuidora: Universal Pictures International Spain.
Estreno en España: 12 Septiembre 2014.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años.
Recomendada para quienes les gusten las películas costumbristas que hablan sobre la vida, cuyos personajes dialogan más que actúan, cuyo poso es más melancólico que enérgico, que te dejan el ánimo en una tensa calma porque es inevitable reflexionar sobre ti mismo. O para quienes quieran ver una propuesta diferente, ajena por completo a modas y tópicos del cine comercial. Poneros el “Yellow” de Coldplay y si os gusta lo que os inspira y os hace sentir id a verla porque clava el tono de la película.
Tiene una cosa muy buena “Boyhood” y es que no se había hecho nunca nada igual. Su director Richard Linklater ha tardado doce años en filmarla porque para mostrar la evolución durante su infancia y adolescencia del chaval protagonista se ha dedicado a ir grabando año a año con lo que vemos literalmente cómo cambia su aspecto físico y ya sólo por esa curiosidad merece verse la película.
Yo además diría que no se ha hecho nada igual en otro sentido y es que a partir de escenas cotidianas, no todas necesariamente relevantes ni impactantes, no todas necesariamente significativas o cruciales para el chico (explicativo el subtítulo español “Momentos de una vida”) se va teniendo una visión de conjunto de cómo Mason va creciendo. Ese desarrollo sin otra espina dorsal que ir viendo como crece, esa mera yuxtaposición de escenas dialogadas sin que se establezca una relación de causa efecto, ese simple rescate de momentos sin otro objetivo que ver como un personaje crece no recuerdo haberlo visto como en esta ocasión.
Por todo esto “Boyhood” es especial, es atípica y exótica en cierto modo porque no se parece a ninguna otra película (en todo caso a las de la serie “Antes de” del director). Mucho más si tenemos en cuenta que su disfrute es más contemplativo que otra cosa porque realmente no existe un argumento, ni un desarrollo clásico de presentación, nudo y desenlace. Hay diálogos, hay escenas en las que el personaje se enfrenta a lo que le va sucediendo y punto. A la vez que peculiar es por todo ello difícil y exigente y sólo recomendable para cierto tipo de público. Desde luego yo no la recomendaría a nadie que no soporte un desarrollo en el que las conversaciones son el “efecto especial”.
Seguramente director y responsable de montaje (Sandra Adair) pensaron mucho el ritmo interno al montar la película, que de todos modos les ha quedado en dos horas y cuarenta minutos que por momentos se hacen algo largas. Con una película impresionista como ésta, es importante que las escenas fluyan con un cierto dinamismo o corres el riesgo de perder el interés del público. Pienso que lo han solucionado bastante bien porque aunque no haya una historia propiamente dicha que contar cada escena tiene atractivos suficientes para atrapar tu atención hasta la escena siguiente y de vez en cuando sucede algo inesperado que reconduce la vida del chaval y que te sorprende.
Parece claro que lo que se ha pretendido es que el desarrollo sea como el de la vida misma, mostrando sin más como transcurre una etapa vital de una persona normal, para nada especial, y concentrar las sensaciones en el tiempo que dura la película. Como cuando repasamos nuestras vivencias personales y nuestros recuerdos late un poso nostálgico que en “Boyhood” me parece especialmente remarcado por cuanto el propio protagonista parece instalado en un estado de ánimo de permanente melancolía, como asumiendo lo que le viene con resignación, guardando para sí las emociones más íntimas. Me marcó mucho eso viéndola.
Los actores hacen un gran trabajo, en especial el chaval y Patricia Arquette que hace de madre. El personaje de la madre es fuerte y decidido y va agarrando el toro (la vida) por los cuernos conforme le embiste, el personaje del padre que interpreta Ethan Hawke es el de alguien siempre dispuesto a dejar de lado sus propios problemas por el bien de sus hijos; en cuanto a los dos hijos del matrimonio, ella (insufrible y caprichosa de niña) y sobretodo él son dos caracteres en construcción soportando los bandazos que les van dando los acontecimientos casi siempre con una mirada lánguida en la que reverbera una cierta tristeza que como espectador te encoge bastante el ánimo. No ves por tanto el desarrollo de una forma especialmente animada, más bien la experiencia del visionado se produce con una calma inquieta como esperando un desenlace o algún suceso que provoque un terremoto, quizás como resultado de una cultura cinematográfica que tenemos y contra la que el director se revela para que veamos algo distinto.
Pienso que estamos ante una de esas películas que disfrutas más cuando has visto ya una infinidad de películas por aquello de que lo que buscas es algo desacostumbrado e infrecuente y que, en cambio, provocará tedio a quien vaya al cine a entretenerse o divertirse. No es que me parezca una película aburrida o poco interesante, al revés, lo que digo que es la va a disfrutar más quien busque nuevas formas de expresión. Quizás por eso está convenciendo sobretodo a la crítica, quizás por eso está recibiendo tan buenos comentarios de la crítica especializada; pero por todo ello conviene alertar a quienes tengan intención de verla porque no todo el mundo la va a disfrutar.
Personalmente a mí me dejó por un lado descolocado porque pensaba que iba a ser relativamente diferente, me la imaginaba rescatando momentos especialmente emotivos y eso no siempre sucede. Por otro lado me instaló en un estado de ánimo en cierto modo hipnótico, me hizo recordar mis propias vivencias y relativizarlas y me dio que pensar en cómo pasa el tiempo, en cómo ciertos momentos que un día fueron importantes van quedando atrás y quedan condicionados por la perspectiva, en cómo la vida nos va cambiando imperceptiblemente....Es difícil no sacarle jugo a esta película si la vinculas con tus propias experiencias y es difícil no caer en ese estado de complaciente melancolía en el que parece instalado el protagonista si empatizas con él, cosa que me parece sencilla porque el personaje está construido para ello. He leído en alguna crítica que estamos ante una epopeya de lo cotidiano y es cierto, yo añadiría que es lírica costumbrista indie, casi un género nuevo que se ha inventado Richard Linklater.