jueves, 18 de febrero de 2016

“El renacido” (Alejandro González Iñárritu, 2015)

Hipnótica y apabullante experiencia en un territorio tan hermoso como inhóspito, pero ¡¡¡cuidado!!! es bastante más que una película de aventuras, más bien un intenso drama personal sobre la supervivencia y la venganza que no repara en momentos cruentos ni atenúa una puzante sensación final de tristeza. Disfrutarla le será más fácil a quien goce con los alardes tras la cámara de Iñarritu y a quien lea más allá de lo esencialmente argumental.

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Título original: The revenant.
País: EEUU.
Duración: 156 min.
Género: Drama. Interpretación: Leonardo DiCaprio Hugh Glass), Tom Hardy (John Fitzgerald), Will Poulter (Jim Bridger), Domhnall Gleeson (Andrew Henry), Lukas Haas (Jones), Paul Anderson (Anderson).
Guión: Alejandro González Iñárritu y Mark L. Smith; basado en la novela de Michael Punke.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Música: Ryuichi Sakamoto y Alva Noto.
Estreno en España: 5 Febrero 2016.







 


Una de las cosas que hay que tener en cuenta cuando se lee una reseña es, a parte del grado de afinidad que tenemos con la persona que la escribe, hasta que punto su opinión puede ser o no objetiva. En este caso diré de antemano que me importan muy poco  en esta ocasión las virtudes objetivas que tiene “El renacido”, que las tiene y muchas (doce nominaciones a los óscars no son moco de pavo), porque esta película literalmente me traslada a otro lugar, a otra época, a otro mundo y me zarandea del tal modo que me deja al final exhausto y rendido a ella. Vamos, que subjetivamente hablando, me encanta.

En el cine podemos buscar muchas cosas, entretenimiento, un argumento interesante, temas para debatir, un interés artístico o creativo....o como en este caso una experiencia impactante y única. “El renacido” es sin duda una gran película, pero desde luego lo que a mí me gana es que nunca había experimentado lo que experimento en el cine con ella.  En los últimos años parece que de alguna manera, aprovechando las nuevas tecnologías y los avances técnicos de filmación, es un poco la moda de ciertos directores. “Titanic”, “Avatar”, “Lo imposible”, “Gravity” (cito las primeras que me vienen a la cabeza, hay más) y ahora “El renacido” son alardes en toda regla, experiencias únicas que sólo puedes vivir en una sala de cine (tenedlo en cuenta porque seguro que en casa el visionado pierde fuerza).


Personalmente yo llevaba meses esperándola con ansias, casi tanto como la séptima entrega de Star Wars, después de un trailer que me dejó boquiabierto, aunque yo os recomendaría que si podéis no lo veáis porque os resume la película entera. En cualquier caso, el argumento que se puede contar en dos líneas, casi es lo de menos. A poco que os informéis iréis al cine con casi todo lo que pasa ya sabido. Quedaros con que es una historia de supervivencia. Lo importante es que por obra y gracia de  Alejandro González Iñarritu, uno se mete de bruces en escena junto al protagonista y lo que le está pasando en una de las experiencias inmersivas más poderosas que recuerdo, quizás junto a “Avatar” (aunque la de Cameron ayudada por el 3D).

El calvario físico que vive el trampero y explorador Hugh Glass (por cierto personaje real  e historia basada en hechos reales la que nos cuenta la película) en esa América salvaje, inhóspita, hostil, gélida y a la vez hermosísima de 1823, casi lo vivimos nosotros literalmente también porque gracias a las nuevas lentes, a la fotografía y a la cámara de Iñarritu, uno parece estar metido durante toda la película dentro de las escenas. Ya digo que es una auténtica  experiencia de hiperrealidad y como tal lo más probable es que uno acabe tan exhausto como el protagonista de pura agonía que se pasa.

 

Porque a Iñarritu, ojo, le interesa sobretodo el drama, el sufrimiento de sus personajes, siendo fiel a toda su destacada filmografía anterior, y aunque la aventura y la acción cobran importancia, lo que de verdad le importa es la tortura física y espiritual del personaje que interpreta Leonardo Di Caprio. Hay por ello, sí, escenas memorables de acción que permanecerán en nuestro recuerdo para siempre (el ataque de los indios o la escena del oso son comparables en cuanto a impacto a la primera escena de “Salvar al soldado Ryan”), pero hay sobretodo drama,  mucho silencio, mucha quietud, mucho desamparo, se siente lo débil y desprotegido que está el ser humano ante las inclemencias de la Naturaleza, se palpa la dureza del entorno, lo virulento de las aguas del río, la crudeza del frío....Di Caprio además se esfuerza por demostrar como padece Glass en cada primer plano y tiene muchos porque Iñarritu juega mucho con ellos en contraste con los fondos de escena y los fueras de campo, siempre amenazadores. El contrapunto interpretativo lo pone Tom Hardy, también magnífico, componiendo un personaje de vuelta de todo, con prejuicios, práctico hasta el extremo, superviviente de otro modo, consciente de que lo que les rodea no va a tener compasión.

También hay en la película un cierto aroma místico, algo que palpitaba de manera menos evidente en otras películas de Iñarritu (sobretodo en “Beautiful” y “Babel”) y que en ésta irrumpe con fuerza en escenas intercaladas  con carácter simbólico muy al gusto de lo que hubiera hecho Terence Malick (véanse “La delgada línea roja” o “El árbol de la vida”), al que me recuerda mucho. Al cine de Malick y el cine con este tipo de inserciones o se le adora o se le odia porque es lento y críptico, es difícil encontrar espectadores que queden indiferentes. Particularmente y vuelvo a lo “subjetivo” a mí me encanta cuando los personajes exploran sentimientos trascendentales y pasamos en el visionado a un plano no real porque lo que está haciendo el director es obligarnos a pensar y a interpretar lo que nos muestra. Pienso que esos momentos además nos explican muchas cosas de los personajes únicamente mediante imágenes, de una manera exclusivamente cinematográfica.

El argumento como ya hemos dicho es sencillo, pero hay un valor añadido en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. En mi interpretación global pienso que ante todo la película aborda una historia de supervivencia contada de la forma más espectacular posible pero también, y más importante, habla sobre la venganza. Al respecto ofrece en sus últimas escenas varias claves para deducir una moraleja que me parece evidente y es que aunque la venganza sea un sentimiento propio del hombre, una vez cumplida no te libra del vacío. Por otro lado y más que casi cualquier otra película que se haya hecho (a excepción quizás de “Las aventuras de Jeremiah Johnson”) explica desde la épica y la belleza de sus imágenes como era un mundo hermoso pero a la vez terrible e implacable, desdiciendo en parte otras visiones idealistas de muchos westerns. Saber que el equipo vivió parte de esas dificultades en la propia filmación en uno de los rodajes al parecer más infernales de los últimos años le da a todo todavía más valor.

 

A nivel técnico todo es una absoluta maravilla, desde la fotografía de Emmanuel Lubezki aprovechando a menudo esa última hora bruja de sol natural, hasta los efectos especiales (lo del oso es imponente), pasando por la banda sonora de Ryuichi Sakamoto y Alva Noto que se integra con los paisajes, el sonido envolvente y por supuesto el montaje y los planos secuencias. Vamos, una película curradísima en todos los aspectos.

El caso es que uno asiste a las casi tres horas de “El renacido” con un visionado que le convulsiona y que termina quedando en el recuerdo como un shock, casi como si hubieras vivido tú mismo la aventura y eso, para mi gusto, no tiene precio. El cine es muchas cosas, pero cuando una película logra lo que logra ésta, que además está maravillosamente rodada, yo no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero.