Leo McCarey repitió y a un nivel similar la fórmula de su mayor éxito, aquel que un año antes había logrado con grandes recaudaciones y 7 estatuillas en la caremonia de los Óscars gracias a "Siguiendo mi camino". De nuevo utiliza al padre O'Malley, un cura que viene a ser la quintaesencia de lo que esperamos en un sacerdote, una persona humilde, agradable, siempre alegre, que se ofrece desinteresadamente a los demás, da buenos consejos y canta como los mismísimos ángeles. En esta ocasión se convierte en parroco de una vieja escuela regentada con monjas y ayuda a la madre Benedicta (gran elección la de Ingrid Bergman como superiora del convento) a solucionar varios problemas que se suceden a lo largo del curso escolar. Sólo el cine de Frank Capra podría compararse a este tipo de película, extremadamente idealista, que rezuma buenos sentimientos y que tiene como máxima pretensión proporcionar bienestar y buenas intenciones a quién la ve....eso sí, es cine y sensibilidad de otra época, nada que ver con nuestro mundo actual y quizás por eso mismo pura delicia.