Almodóvar reconoce con pudor haberse inspirado en sí mismo para el argumento de esta película, en la que un director aquejado de todo tipo de dolores y achaques afronta un nuevo proyecto al tiempo que recuerda su primer deseo y revive parte de su pasado. Me encanta todo lo que tiene que ver con el recuerdo de su infancia y cómo lo lleva a pantalla pero no tanto lo que tiene que ver con el presente del protagonista (aunque he de decir que todos los actores me parece que están magníficos), en el que toda la vieja pasión que se adivina en él queda reprimida y adormecida. Lo grande de Almodóvar es que todo su cine y esta película también, queda definido por un estilo inimitable, propio y personal que no es posible ver en ningún otro director y sólo por ello merece la pena. Su cine ahora es más contenido, más reflexivo, menos apasionado y transgresor, más calmado, melancólico y evocador, probablemente más asequible para determinado público maduro, pero conviene que sepas quién es Almodóvar para disfrutarlo.
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