lunes, 4 de mayo de 2009

“Déjame entrar” (Tomas Alfredson, 2009)

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Título original: Låt den rätte komma in
País: Suecia
Duración: 115 min.
Género: Drama, Romance, Thriller, Terror
Reparto: Kåre Hedebrant, Lina Leandersson, Per Ragnar, Henrik Dahl, Karin Bergquist, Peter Carlberg, Ika Nord, Mikael Rahm, Karl-Robert Lindgren, Anders T. Peedu, Pale Olofsson, Cayetano Ruiz, Patrik Rydmark, Johan Sömnes, Mikael Erhardsson, Rasmus Luthander, Sören Källstigen, Malin Cederblad, Lena Nilsson, Berndt Östman,
Guión: John Ajvide Lindqvist
Productora: Sveriges Television (SVT), EFTI, Chimney Pot, The, Fido Film AB, Filmpool Nord, Ljudligan, Sandrew Metronome Distribution Sverige AB, WAG
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Guión: John Ajvide Lindqvist
Maquillaje: Maria Strid
Montaje: Dino Jonsäter, Tomas Alfredson
Música: Johan Söderqvist
Novela original: John Ajvide Lindqvist

Aunque “Déjame entrar” está produciendo auténticos ríos de tinta, aunque es el último éxito del cine europeo (es sueca para más señas), aunque la crítica la apoya casi unánimemente y aunque a mí me ha gustado y bastante nunca sé si recomendar o no este tipo de películas porque entiendo que su disfrute exige una cierta implicación en quien la ve. Es mucho más fácil recomendar otro tipo de cine más asequible o hubiera sido mucho más fácil recomendar “Crepúsculo” si hubiera hecho la reseña antes y no es caprichoso nombrar esta película y quien vaya a ver “Déjame entrar” sabrá enseguida por qué.

Lo primero que he de dejar claro es que es mejor no decir de qué va esta película, no contar nada de su argumento porque pienso que es mucho mejor enfrentarse a ella sabiendo, sin más, que es un relato de terror y tengo la convicción de que la disfrutará más quien no sepa nada.

Esta película me recuerda una reflexión que le oí a Carlos Pumares (no sé si es suya pero se la recuerdo a él) que consistía en que las historias estaban todas contadas ya y que lo que importaba realmente era cómo estaban contadas. Pues bien, este es el ejemplo claro y evidente de algo que seguramente habréis visto, que os sonará familiar, pero que está contado de otro modo.

Al margen del componente de terror, que sin duda existe y es intenso según a quién le pille y cómo le pille (no la dejaría ver a ningún niño por la intensa carga de terror psicológico que existe) hay una suerte de suspense y estética en esta película que la hace especial y única. Dándole vueltas a esta idea se me ha ocurrido que quizás lo que la caracteriza es que utiliza un aspecto que le es propio a la cinematografía nórdica como la conexión entre el exterior y el estado anímico de los personajes para crear una atmósfera distinta, una ambientación jamás vista. Uno tiene la sensación desde el primer minuto de entrar en un terreno inexplorado, en territorio virgen cinematográfico por así decirlo.

La película arranca con una imagen de nieve cayendo en la oscuridad y extraños sonidos de fondo casi inaudibles que tienen que estar hechos a posta que sólo consisten en el viento y la nieve crepitando y provocan una intensa sensación de inquietud. El desasosiego crece cuando se ve al niño protagonista tras la ventana de su habitación diciendo “grita como un cerdo”. Es un comienzo espectacular que te transporta directamente a otra realidad y que te impulsa a querer saber más y más.

Los mecanismos fílmicos que crean en el espectador ese deseo de conocer porqués y razones y la extraña atmósfera que envuelve a los personajes son sin duda los dos grandes aciertos de esta película, al margen de la visión de su director, Tomas Alfredson, para apostar por este proyecto, basado en la novela de John Ajvide Lindqvist (atención a este nombre) como un nuevo y rotundo éxito internacional y por no hablar de los dos niños protagonistas que están sencillamente insuperables.

No es fácil penetrar en esta película y dejarse llevar por su propuesta, quien más quien menos echará de menos un ritmo narrativo más acelerado o una mayor enjundia argumental, pero es que este es otro tipo de cine del que vemos habitualmente. No importa tanto el qué sino el cómo se cuenta y realmente lo importante no son los sucesos que se ven en pantalla (que también, algunos de ellos brutales e impactantes como pocas veces hemos visto en una película de terror) sino la manera en que se crea el suspense, el terror psicológico (muchas veces con sucesos que acontecen fuera de plano y que nuestra imaginación convierte en mucho peores y más intensos), el tono lírico de muchas escenas y la intensidad de las relaciones entre los personajes, mucho más sobrecogedora y emotiva que en otras muchas películas del género.

En “Déjame entrar” late el buen cine, cada escena apabulla visualmente, cada toma tiene una finalidad expresiva y muestra una manera diferente de entender cómo contar una historia de este tipo y lo mejor de todo, al margen de lo puramente estético o artístico es que los personajes te impactan de una manera definitiva (absolutamente sensacional Lina Leandersson en ese sentido) y puedes comprender mejor que nunca que detrás del horror también existe un drama.

Una magnífica película, eso sí, no la recomiendo a todo el mundo. Hemos de reconocer que hay mucha gente que va al cine a divertirse, incluso en las películas de miedo y esta película no es precisamente la casa del terror en su significado más lúdico. En realidad no sé muy bien si su género no sería otro, quizás este: melodrama lírico de suspense terrorífico.