domingo, 3 de mayo de 2009

"En el estanque dorado" (Mark Rydell, 1981)

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Título original: On Golden Pond
País: Estados Unidos
Fecha de estreno: 17/03/1982
Duración: 109 min.
Género: Drama
Reparto: Katharine Hepburn, Henry Fonda, Jane Fonda, Doug McKeon, Dabney Coleman, William Lanteau, Christopher Rydell
Guión: Ernest Thompson
Música: Dave Grusin
Fotografía: Billy Williams
Distribuidora: C.I.C. (Consorcio Ibérico Cinematográfico)
Productora: Universal Pictures, Incorporated Television Company (ITC), IPC Films


“En el estanque dorado” ha quedado en el recuerdo cinematográfico principalmente porque sirvió a Henry Fonda para conseguir su único óscar como actor principal a poco tiempo de su muerte y a Katherine Hepburn el cuarto como actriz principal y porque reunió en una misma película al patriarca de los Fonda con su hija Jane; pero realmente esta película es mucho más que eso.

Se trata de la adaptación de una obra de teatro que se había representado en Broadway y por ello se centra sobretodo en escenas basadas en diálogos, casi todos de tono costumbrista, de una pareja de ancianos (Norman y Ethel) con su hija (Chelsea) o con un chaval de trece años (Billy), hijo de la última pareja de Chelsea, que queda durante un mes con el matrimonio. Las situaciones son un muestrario de las relaciones humanas de dos ancianos con la muerte a la vuelta de la esquina, con la autoconciencia de que el tiempo y las fuerzas se agotan y a pesar de ello con la ilusión por asirse a la belleza de lo que les rodea y de lo que son (representada físicamente por el paraje natural al que hace referencia el título y emotivamente por la relación entre ellos) y los conflictos generacionales son protagonistas de todos y cada uno de los resortes dramáticos del argumento.

No es una película de acción, no es una película en la que sucedan muchas cosas, sino más bien todo lo contrario. Lo más importante son los diálogos, lo que los personajes dicen y no dicen y en esa tesitura los actores son claves gracias a la carga expresiva de sus gestos en unos primeros planos fabulosos casi siempre (inolvidable sobretodo Henry Fonda en su papel de “viejo bobo” cascarrabias luchando contra su edad: "No es fácil hacerse viejo").
La adaptación del texto teatral es excepcional y gracias a ello Ernest Thompson ganó el tercer óscar para esta película que además estuvo nominada a mejor película, actriz secundaria, director, fotografía, sonido, banda sonora original y montaje y no ganó más porque este año la lista de contendientes en los premios de la Academia quitaba el hipo: “Carros de fuego”, “En busca del arca perdida”, “Rojos”, “Atlantic city” y “Ausencia de malicia”.

Este tipo de película tiene su propio público, de manera diferente a los éxitos revientataquillas como aquel 1981 fue “En busca del arca perdida”, pero en sí misma es perfecta independientemente de si cuenta o no con legiones de seguidores, cuenta a la perfección lo que pretende consiguiendo emocionar profundamente a quien se deja envolver en su atmósfera intimista y su tono poético. A parte de los actores, sin los que la película no sería la misma, destaca la dirección de Rydell, que logra el ritmo preciso para que narrativamente la película funcione sin caer en el aburrimiento, pero considero que son muy importantes la fotografía y la banda sonora para introducirnos en el ambiente con el que se pretende envolvernos, siempre con un tono lírico que multiplica la experiencia que propone la película.

El objetivo de esta película, su planteamiento, la acerca a un tipo de cine que fue muy característico en los finales de los 70’s y principios de los 80’s de corte existencial y costumbrista, a medio camino entre el drama y la comedia y que hablaba de algo tan trivial como las familias, sus conflictos íntimos, los dramas cotidianos huyendo de un cine más grandilocuente y acercándose más a los espectadores, a la gente de la calle a través de los problemas del día a día. Un subgénero iniciado de algún modo por “Annie Hall”, “La chica del adiós”, “Kramer contra Kramer” o “Gente corriente” y que el tremendo éxito “En el estanque dorado” contribuyó a consolidar antes de que llegara “La fuerza del cariño”.

Es tremendamente difícil no dejarse atrapar por la atmósfera lírica de esta película gracias a la envolvente banda sonora de Dave Grusin (ideal para escuchar en calma y relejarse en una atmósfera de placidez), por los idílicos paisajes del estanque del título más dorado que nunca gracias a la fotografía crepuscular de Billy Williams, por los múltiples momentos irrepetibles que nos regala, no reconocer en los personajes a alguien cercano o a nosotros mismos o en los escenarios a algún lugar que un día nos dejó ensimismados con la belleza de la naturaleza.


Tras cada línea de diálogo, tras cada sutil gesto, que gracias a los actores contienen multitud de implicaciones, surgen en esta película multitud de contenidas emociones y en algunos momentos explosiones de intensidad incontenible como en ese preámbulo del final con Henry Fonda y Katherine Hepburn rostro con rostro que a modo de una bomba atómica emotiva consigue derrotarme cada vez que veo esta película, de hecho ya van tres veces y sigue lográndolo. Hay muchos instantes que te remueven por dentro: “¿Sabes viejo bobo?, eres el hombre mas encantador de la tierra, pero yo soy la única que lo sabe” y no sólo instantes, también miradas (en eso Henry Fonda y Kate Hepburn están sensacionales, aunque también los está Jane Fonda cuando por fin se decide a compartir con su padre algo tan trivial y a la vez importante para ellos como ese salto al agua hacia atrás).
“En el estanque dorado” sigue resistiendo como pocas el paso del tiempo y de mi propia evolución y seguro que supera más visionados cuando entre en la edad idónea para disfrutarla, lo que demostrará que, como ya intuyo, esta es una película profundamente emotiva, intensamente lírica, arrebatadoramente sentimental, melancólica y poética como hay pocas. Esta es una película para siempre y en ella vivirán siempre Norman y Ethel como quintaesencia de esos ancianos que un día tuvimos a nuestro lado o algún día seremos.

Un maravilloso homenaje a la vejez y a la vida, a Henry Fonda y a Katherine Hepburn.