Siguiendo la estela de sus películas anteriores Alberto Rodríguez se inspira en el pasado reciente de España y construye un minucioso y complejo thriller con fondo político cuya principal oferta son las interpretaciones y un desarrollo fascinante (para quien le interese el tema, no para todos los públicos) que recuerda narrativamente a algunos títulos de Scorsesse.
País: España.
Género: Thriller.
Reparto: Eduard Fernández, José Coronado, Marta Etura, Carlos Santos.
Guión: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos; inspirado en la novela “El espía de las mil caras”, de Manuel Cerdán Paesa.
Estreno en España: 23 Septiembre 2016.
Peculiar esta película que no recomendaría a cualquiera (por temática, ritmo y personajes) y que, en cambio, me parece magníficamente construida y desarrollada.
Los puntos de partida para el guión son un personaje real de la España reciente, Francisco Paesa (quintaesencia del negocio sin escrúpulos), y el libro de un periodista que lo investigó (del que ignoro cuánta es la fidelidad con los hechos que cuenta pero me imagino que bastante). El guión en sí me parece que saca todo el jugo posible y aporta una suerte de intriga que te hace querer saber más y más y más.
Los protagonistas son individuos que pulularon por la vida política de la España de los últimos años del siglo pasado en un contexto de corrupción política, tejemanejes socieconómicos y fraudes a gran escala: Luis Roldán, ex Director General de la Guardia Civil o el mismísimo Juan Alberto Belloch (que por entonces fue Ministro de Interior) son dos de ellos, pero hay más y en estos momentos en los que la política es tan protagonista la mayoría de ellos provocan rechazo y fascinación al mismo tiempo.
A bote pronto, habrá quien los “ingredientes” le echen para atrás y renuncie al visionado, pero eso puede (o no) ser un error. Si hay algo que pienso que distingue al director, Alberto Rodríguez (“La isla mínima”, “Grupo 7”, “After”, “7 vírgenes”), es que sabe dotar a todas sus películas de un suspense interno lo suficientemente potente como para enganchar a cualquier público a su película de inicio a fin así que no necesariamente tiene que apasionarte el contexto para disfrutarla, aunque también es verdad que si lo hace como espectador llevas mucho ganado.
El caso es que la película se centra en el tal Francisco Paesa, trilero de altos vuelos y personaje inquietante y ambigüo al que aprecias y detestas como a pocos, y en lugar de sentir rechazo ante él te quedas absorto asistiendo a sus andanzas y tropelías (en gran parte gracias al magnífico trabajo de Eduard Fernández, que está otra vez de Goya y ganó el premio de interpretación en San Sebastián), siendo la principal la de ayudar a un Luis Roldán que en su día se dedicó a evadir un dinero que era de todos nosotros. Las maniobras, hurtos y engaños del tal Paesa producen rechazo, pero también te dejan clavado a la butaca queriendo saber ante tamaña desfachatez, descaro, falta de escrúpulos y perspicacia para sacar tajada a costa de quien sea (Gobierno y ETA incluidos). Podríamos decir que es una especie de pícaro moderno, aunque desde luego su motivación para nada es la supervivencia y objetivamente es un antihéroe de ética reprochable.
En cualquier caso hay algo atávico y muy español en la extraña y contradictoria fascinación que puede provocar alguien como Paesa y Alberto Rodríguez lo aprovecha en su película a las mil maravillas para construir un relato complejo pero muy bien construido que engancha su le sigues el hilo. Narrativa y audiovisualmente la película me recordó a alguno de los mejores títulos de Scorsesse. Esa narración en off del personaje que interpreta José Coronado, el montaje, el desarrollo, el acompañamiento de la banda sonora me hicieron recordar “Uno de los nuestros”, “Casino” o “Los lobos de Wall Street” porque en definitiva sus personajes también estaban al otro lado de la ley y la ética. Salvando las distancias “El hombre de las mil caras” sería una película de ese mismo género pero a la española.
Y ya digo que no todo el mundo va a quedar atrapado por su complicada relojería interna y esas conversaciones llenas de recovecos, pero a mí me gustó porque no sólo ves sino que intuyes que, como en el buen cine de espías, lo que dicen los personajes son una cosa y sus intenciones son otras y el ir avanzando en la trama para ir descubriéndolas es en sí puro entretenimiento para quien sepa disfrutar de ello.