domingo, 4 de diciembre de 2011

“Los santos inocentes” (Mario Camus, 1984)

OBRA MAESTRA
País: España
Duración: 107 min.
Género: Drama, constumbrista
Reparto: Alfredo Landa (Paco el bajo), Terele Pávez (Régula), Belén Ballesteros (Nieves), Juan Sánchez (Quirce), Susana Sánchez (la niña chica), Francisco Rabal (Azarías), Ágata Lys (doña Pura), Agustín González (don Pedro), Juan Diego (señorito Iván), Mary Carrillo (señora Marquesa), José Guardiola, Manuel Zarzo (Doctor), Francisco Torres, José Salvador, José Manuel Sito, José Albiach, Rafael Serna, Maribel Martín
Distribuidora: United International Pictures (UIP)
Productora: Televisión Española (TVE), Ganesh Producciones Cinematográficas
Dirección artística: Rafael Palmero
Efectos especiales: Reyes Abades
Fotografía: Hans Burman
Guión: Antonio Larreta, Manolo Matji, Mario Camus
Maquillaje: Josefa Rubio, Juan Farsac, María José Domínguez, Mariano García Rey
Montaje: José María Biurrún
Música: Antón García Abril
Novela original: Miguel Delibes
Sonido: Carlos Faruolo, Claudia Radoszynski, Eduardo Fernández, Luis Castro
Vestuario: León Revuelta Marina Rodríguez


Desde que vi por primera vez “Los santos inocentes” y ya van cuatro, me pareció que no se podía hacer mejor una adaptación ni una película. De hecho yo diría que es un buen ejemplo de “Obra maestra” de película perfecta porque todo es magnífico.

No sólo es que la película mejora cada vez que la ves, no es sólo que consiga su objetivo a la perfección (no obviemos que el argumento carga contra una sociedad y una época), no es sólo que te deje una huella imborrable, un regusto inolvidable, un poso agridulce a medio camino entre la indignación, la impotencia y el buen “sabor” de todo lo que se disfruta; además, te penetra, se instala en tu memoria y te queda para siempre asida a tus mejores recuerdos del cine español gracias a una colección de escenas y personajes sencillamente antológicos.



















Esta película llegó en un momento en el que el cine español pretendía reimpulsarse. Gran culpa del reparto que se reunió y del equipo técnico que se reclutó fue de la entrada en vigor de la “Ley Miró” con la que se pretendía que el cine español mejorara mediante propuestas competitivas también a nivel internacional. El actor Julián Mateos acaba de fundar una nueva productora y precisaba un título de éxito y renombre y vaya si lo tuvo porque fue un éxito de crítica y público con unos datos de taquilla fabulosos

Gran culpa de todo la tiene la novela de Miguel Delibes, por supuesto. No voy a cometer el desliz de decir que el novelista no fuera valorado en vida, que lo fue y mucho, pero siempre he tenido la impresión que su estilo sencillo, su fácil lectura le perjudicaban en la opinión de muchos y en cambio, cuando lees a Delibes sientes que es veraz, que lo que te cuenta no sólo es verosímil sino también revelador. Seguramente es uno de los autores que mejor ha reflejado muchas de las realidades de la España del siglo XX, sobretodo de la rural y con el tiempo es seguro que sus obras se convertirán casi en testimonios históricos.















“Los santos inocentes” se sitúan en un cortijo extremeño en la España de los 60’s y concretamente focaliza el argumento en una familia que vive en la miseria, bajo las órdenes de Don Pedro y el señorito Iván. Son Paco el bajo, su mujer Régula, Azarías (hermano de Régula) y los tres hijos, Quirce, Nieves y la niña chica. Esencialmente se cuentan dos épocas, saltando atrás y adelante en el tiempo, utilizando a cada uno de los personajes para explicar su evolución y al mismo tiempo hacer un retrato de la sociedad del momento, marcada por grandes diferencias sociales y culturales, por la hipocresía y el orgullo de los potentados y la resignación de las clases desfavorecidas.

Mario Camus (“La colmena”, “La casa de Bernarda Alba”, “Sombras en una batalla”, “El color de las nubes”, “Fortunata y Jacinta” (TV) o “Curro Jiménez” (TV)) es un director en especial sintonía con las adaptaciones literarias y hace con la obra de Delibes un gran trabajo que en su día fue muy aplaudido incluso a nivel internacional, no en vano Alfredo Landa y Francisco Rabal ganaron el premio de interpretación ex aequo en el Festival de Cannes (todo el reparto no obstante está perfecto, en concreto Juan Diego raya al mismo nivel si no superior que los dos protagonistas).

Ante todo Camus sabe captar a la perfección el ambiente rural y social de la época por lo que la película constituye un auténtico viaje en el tiempo y el espacio para asistir a la sórdida realidad de las familias más humildes y a la cínica prepotencia de los terratenientes durante la España franquista. No sólo es que de pronto nos encontremos en los años 60’s sino que esos ambientes campestres son perfectamente reconocibles para quien haya vivido en entornos rurales. Dirección artística, puesta en escena y esa fotografía a veces lúgubre y a veces luminosa de Hnas Burmann perfectas.
























El interés de la película reside por su puesto en su temática y carga de profundidad, pero también en unos personajes con un magnetismo incuestionable y una colección de escenas antológicas que resuelven de manera perfecta lo que pretende sugerir con ellas. Pocas veces se ha explicado mejor la forma con la que una clase social se imponía sobre otra y lo injusto y caprichoso del proceder de los señores, personificado en la figura del señorito Iván figura caprichosa, egoísta y altanera que representa a un clase social henchida de orgullo que se cree en posesión de unos privilegios que realmente no respetan a nada ni a nadie salvo a su propia conveniencia). La película es una auténtica delicia no sólo por lo atinado de cada escena, de cada diálogo y de cada actuación sino también por todo eso que no se dice, por esos gestos que sin decir nada dicen tantas cosas. El reparto es perfecto y todos sus trabajos memorables..

La historia es especialmente reveladora porque al tiempo que describe una época y un status quo, enfrenta los valores de dos clases sociales destinadas a chocar por la pura inercia de sus comportamientos. Junto a la soberbia, el egoísmo y el afán por sobresalir de unos cohabitan la humildad, la sumisión y la docilidad de los otros pero inevitablemente es una situación insostenible porque ante los desmanes sólo cabe reaccionar, aunque sea desde la más pura inocencia. El señorito Iván y Azarías son precisamente los dos polos de esas dos realidades y el conflicto se produce precisamente entre ellos.

Una vez vista “Los santos inocentes” te dejan la sensación de haber visto una de las mejores películas que has visto nunca y ya adelanto que sucesivos visionados reafirman esa impresión e incluso la mejoran; pero también te hace zozobrar en cierto modo, recordándote que hubo un tiempo en que los Paco el bajo, Régula, Azarías y el señorito Iván fueron posibles y que todavía lo son al modo actual porque diferencias sociales siempre las va a haber y desgraciadamente los “señoritos” son una clase inextinguible porque también para tener posición hay que tener clase, humanidad y solidaridad con los demás.

MIS ESCENAS FAVORITAS ¡¡¡CUIDADO, CONTIENE SPOILERS!!!!





La película está plagada de grandes escenas, todas están resueltas con indudable maestría por Mario Camus, pero por citar unas cuantas me quedaría con estas:

- Paco el bajo acudiendo a ver al antiguo señor de Azarías para saber por qué le ha despedido.

- Azarías orinándose en las manos y asegurando con total inocencia a su sobrino que lo hace por las mañanas “pa que no me se agrieten” justo antes de contar una mazorcas de maíz que mete en un saco y en las que pasa del diez al treinta y cinco.

- La visita de la marquesa con motivo de la comunión es toda en sí especialmente brillante: la llegada a la casa con toda la cuadrilla en fila y el sacerdote dejándose besar el anillo hasta que se cansa; la propina para los currantes; la visita a la vivienda de Paco el bajo en la que descubren el estado en que viven cuando la niña chica comienza a gritar (¡¡¡y es infinitamente mejor que la choza en la campiña!!!) o el contraste entre la fiesta de los jornaleros y la comida de los señores.

- La escena de la película es sin duda aquella en la que, mientras hacen una foto a toda la familia, Azarías sale corriendo tras su “milana bonita” que ha salido volando y en medio del cortijo consigue que vuelva a posarse en su hombro.

- El flashback dedicado a Paco a través del cual comprendemos por qué cojea y que pone de manifiesto de una forma clara el egoísmo y capricho del señorito Iván, que a pesar del afecto que parece tener con él realmente sólo aprecia a Paco porque le beneficia en los días de caza.

- La escena en la que el señorito Iván demuestra a sus colegas de caza las habilidades de Paco el bajo como “secretario” y el orgullo que muestra éste al recordar de memoria el paradero de las cuarenta codornices a las que ha abatido el señorito y esa otra extraviada de un competidor a la que localiza olisqueando el suelo.

- Hay dos escenas escalofriantes sobre cómo la clase social más elevada se jacta incluso de estar haciendo una gran labor con los sirvientes a su cargo: el momento en que el señorito Iván llama a Paco y Régula para que escriban sus nombres ante el embajador y cuando le asegura al señor ministro que los nuevos jóvenes parecen no agradecer su trato con ellos.

- Paco el bajo aconsejándole a su hija que con los asuntos de los señores se dedique a ver, oír y callar.

- El momento más enternecedor e impactante de la película es cuando el señorito Iván deja llorando a Azarías después de una nefasta jornada de caza en la que maldice su suerte por no contar con Paco a causa de su lesión en la pierna.

- El inesperado suceso del final de la película, que no se ve venir pero es una consecuencia lógica de todo lo que se ha ido gestando a lo largo del argumento.